Las potencias industriales suelen turnar sus gobernantes entre conservadores fanáticos como Bush y conservadores moderados como Clinton, o conservadores extremistas como Thatcher y conservadores menos extremistas como Blair. El mundo no anglosajón es más diverso y original. En América Latina ha surgido Michelle Bachelet, vencedora en la primera ronda de las elecciones presidenciales de Chile y favorita para ser electa en la segunda, el 15 de enero. La doctora Bachelet es un símbolo y una promesa, la abanderada de un nuevo espectro político en la región.
Feminista, socialista y agnóstica no pertenece a la corriente de los caudillos que apuestan su suerte política y su clasificación histórica a la prédica y la práctica del odio a Estados Unidos. Su inclinación, por el contrario, es ocuparse de la suerte de su pueblo en especial los más desamparados y establecer relaciones constructivas en la órbita global.
Los presidentes electos de América Latina se han apresurado en el pasado reciente a divertirse en el rancho de Crawford o a arrodillarse en la Casa Blanca de Washington cuando son de tendencia faldera, o a cantar las alabanzas de Fidel Castro y Hugo Chávez cuando se las dan de izquierdistas. Pienso que la presidenta Bachelet no hará lo uno ni lo otro, siguiendo la tradición establecida por el presidente Lagos, de Chile.
Porque hay un grupo de mandatarios latinoamericanos que ha restablecido la dignidad internacional de sus cargos y ha defendido los intereses de sus conciudadanos. Ricardo Lagos se opuso a la invasión de Irak, se integró a la Corte Penal Internacional, se negó a firmar acuerdos para exceptuar a los estadounidenses de la jurisdicción de la Corte y al mismo tiempo concluyó un tratado de libre comercio con la administración Bush. El presidente Lula de Brasil ha centrado su obra de gobierno en la lucha contra el hambre y sin renunciar a su ideología ha sido pragmático para permitir que Brasil mantenga el peso adquirido en el contexto global. En Uruguay, Tabaré Vásquez adelanta un programa equilibrado de reivindicación popular y política internacional autónoma. Argentina, bajo Kirchner, ha remontado una inmensa crisis política y económica sin doblegarse a fórmulas foráneas ni insultar a sus interlocutores externos.
La Carta de Michelle Bachelet al pueblo chileno para presentar su programa de gobierno es profunda y promisoria. La candidata afirma que una mujer presidenta no es una rareza, sino un augurio. Nacida fuera de la elite tradicional no fue criada para el poder ni nunca hizo nada para obtenerlo. En abierto contraste con quienes abusaron del poder para hacerla víctima del odio, quiere convertirlo en comprensión, tolerancia y amor. Conciente del olvido de la justicia y el irrespeto de las libertades civiles en el mundo actual, nos recuerda que el desarrollo con justicia y la paz con libertad no son promesas vacías sino metas que es posible alcanzar. Su gobierno será inclusivo para crear una sociedad en la que nadie diga “no pude” ni menos “no me dejaron”. Comprende que su tarea no es otra “que brindar a los chilenos la oportunidad para que Chile sea de todos y todos seamos Chile.”
Ojalá Michelle Bachelet sea elegida presidenta de Chile y su gobierno contribuya a crear la nueva, madura, libre y justa América Latina que otros líderes, como Lagos, Lula, Tabaré, Kirchner, están forjando.