Efluvios de Paz

Fatigados de la guerra, ansiosos de cordialidad, los grandes del mundo han adornado esta primavera del 2005 con caudales de comprensión, olvido y serenidad.

Todo empezó tal vez cuando cogidos de la mano cual dulces hermanitas, el presidente de Estados Unidos y el príncipe de Arabia Saudita, uno vestido de líder civil, el otro de príncipe heredero, recorrieron juntos el apacible rancho de Crawford, propiedad del primer mandatario y se hicieron fotos fraternales para alivio de sus súbditos y asombro de la posteridad. Un episodio amable y desinteresado aunque el señor Bush tenga la clave de las arcas del tesoro y el señor príncipe las llaves del petróleo. Un diálogo admirable entre civilizaciones.

La estrella de Washington ha proseguido con decisión su etapa de enmendador de entuertos y sanador de heridas. El encuentro con Putin en Moscú para conmemorar la victoria común en la Segunda Guerra Mundial, fue un despliegue de condescendencia y de buena voluntad. El uno había dicho que la disolución de la Unión Soviética fue una tragedia geopolítica. El otro había admitido culpa de sus antecesores en la división de Europa. Este había amonestado a su amigo el de noble corazón por los retrocesos de la democracia en Rusia. Aquel advirtió que nunca había criticado la democracia estadounidense, no siquiera cuando la Corte eligió al presidente. Juntos, se consolaron de las heridas con una fraternidad conmovedora.

La gira por antiguos estados comunistas de la Unión Soviética expuso en toda su intensidad la vocación pacífica del señor Bush. Abrazos estrechos, estilo europeo, a los veteranos. Elogios floridos, estilo tropical, a los líderes de la revolución en Georgia, revelada ahora como símbolo de la nueva libertad. Tijeretazos a su amigo el de noble corazón menos de veinticuatro horas después de haber compartido lecho ideológico.

El que no se ha portado a la altura de las circunstancias es el saudí. Cuenta El Tiempo (10 de mayo) que no asistió a la primera Cumbre Suramérica-Liga Árabe porque no hay suficientes instalaciones lujosas para su comitiva. Después de su paseo de manos cogidas por la feraz tierra de Texas, el príncipe heredero debería comprender que esa conferencia, ideada y realizada por Lula, es una tentativa inicial que conduzca a una paz menos cosmética Porque al margen de las marchas triunfales del presidente de los gringos por los nuevos, inexplorados, campos de la democracia de reciente cuño, hay iniciativas de paz (para risa de los intérpretes y de los profetas de la extrema derecha) que se dirigen a establecer un diálogo entre civilizaciones, meta que reciben con escepticismo muchos ciudadanos de los países industriales pero que cuenta con el apoyo de algunos gobernantes capaces de afrontar las burlas y persistir en el ideal.

Ni son los únicos. La revista de los jesuitas en España (El Mundo de Madrid, 10 de mayo) plantea al Papa recién electo la urgencia de reformas que contribuyan a la misión de paz de la iglesia, como “que no se ocupe tanto en detectar desviaciones y errores.” El editor de la revista de los jesuitas en Estados Unidos, Américas, renunció hace unos días bajo presión del Vaticano, mientras sus colegas españoles piden mayor libertad de opinión.

No todo lo que brilla es oro ni todas las manifestaciones estruendosas de paz son dignas de crédito. Pero esta primavera del 2005 ha visto que los poderosos de la tierra son vulnerables a la cortesía y al buen talante y que detrás de su prepotencia y su terquedad se esconden ciertas cualidades humanas.

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