El presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, es consumado alquimista, oficio en el que también destacan sus colegas de Venezuela y de Estados Unidos. Así como los magos antiguos buscaban fórmulas para convertir la chatarra en oro, nuestros presidentes pretenden transformar la fea realidad con la magia de sus palabras engañosas, de las que no se debe disentir a riesgo de ser deschavetado.
El precandidato Uribe Vélez pertenece a un grupo de ciudadanos antioqueños que mantiene incólume el imperio de la verdad revelada. Dijo por ejemplo en ocasión reciente (El Nacional, Caracas, Venezuela, 2 de febrero de 2005) el infalible presidente colombiano: “No aceptamos que hay conflicto con los terroristas, pero aceptamos que hay una profunda crisis social. Desvinculamos ambos fenómenos. Una cosa es una organización terrorista contra unas organizaciones democráticas. Eso es muy diferente a un conflicto. Y una totalmente independiente es esta crisis social que tenemos que superar en esta Patria con una tarea sostenida de inversión en el área.” Lo cual nos demuestra varias verdades: a) los asesinados, los heridos, los secuestrados de cada día no son víctimas de un conflicto; b) el terrorismo no tiene nada que ver con la tremenda crisis social; c) parece que tanto el terrorismo como la crisis se solucionan mediante inversiones en el área. Descansen tranquilos los ciudadanos de Colombia porque su presidente ha descubierto la piedra filosofal.
Si en Colombia gobierna un mandatario dado a divagaciones filosóficas, en la vecina República Bolivariana de Venezuela manda un militar golpista aficionado a las tierras y a las armas. Ha estado celebrando en estos días el sexto aniversario de la revolución bolivariana, armándose con fusiles rusos y chinos para defenderse de la presunta invasión de los marines estadounidenses, declarando la guerra al latifundio y destituyendo jueces “golpistas” es decir aquellos cuyas sentencias no son del agrado del ex teniente coronel. Todo en nombre de lo que él llama democracia participativa, democracia protagónica. Veremos en que acaba el sueño de Chávez, en cuánto beneficia a los marginados y en cuánto termina de corromper a los corruptos, cómo estrangula la democracia y si las fuerzas de la ley logran poner fin a sus fechorías.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush es el más desvergonzado, el que más abusa del poder que tiene. Cocinó una guerra esta sí un conflicto en Irak, aturdiendo a sus compatriotas con el cuento de las armas de destrucción masiva que nunca existieron. Declaró misión cumplida cuando apenas iba en menos de la mitad del descalabro que inventó. Consagró como triunfo de la libertad unas elecciones en un país sometido a la ocupación militar de Estados Unidos.
Su entorno denigra de la democracia y se burla de la libertad. Las arengas del presidente y sus serviles compañeros de gobierno ocurren en ambientes neutralizados. Por ejemplo: la doctora Condolencia compareció en el Instituto de Estudios Políticos de París, presencia que el Washington Post del 9 de febrero llamó “Daniel en el foso de los leones”. Como Daniel recitó el mandado que la llevó a Francia, olvidemos el pasado y unamos a Europa en torno a los caprichos del presidente Bush. Pero los leones estaban drogados: el acceso al aula fue controlado y las preguntas a la secretaria estuvieron sujetas a previa censura. En otro caso, hace pocos días, el vicepresidente Cheney fue transportado a la Universidad Católica de América para decir unas cuantas cosas inocuas sobre seguridad social ante un grupo depurado de estudiantes con cerebros lavados y preguntas ensayadas. Así no vale. Es una democracia para eunucos mentales.