Sur periscopio al Norte

Los que vivimos en el Norte tenemos una visión del mundo sesgada e incompleta. Nos falta el sentido de la parte más grande de la tierra.

Visitando vecindades más auténticas tuve la oportunidad de recibir noticias que la televisión de los países industrializados nunca presenta. El canal televisivo de la localidad dedicó diez minutos a transmitir escenas del Foro Mundial Social que se reunió en Porto Alegre, Brasil, como contraste de vida y de filosofía con el grupo de terratenientes intelectuales atrincherados cada año en Davos, Suiza. Las declaraciones y reclamos del Foro, refrescantes para unos y de seguro amenazantes para otros, nunca hubieran tenido cupo en los medios informativos estadounidenses, que esa noche celebraban la imagen pueril del presidente Bush decretando que las elecciones de Irak habían sido un éxito histórico. En el Sur en cambio varios voceros de los pueblos señalaron, con una percepción más objetiva, que las votaciones en un país ocupado por una potencia extranjera y en pie de guerra no pueden ser democráticas. Los del Sur no parecen muy receptivos al regalo de Tejas a la humanidad, que se adjudica la misión de esparcir la libertad y la democracia a fuerza de bombas y fusiles.

En una situación de desequilibrio estructural agudo parecería que el universo de los débiles debiera aliarse en defensa contra el imperialismo de los poderosos. No es así, sin embargo. El presidente Lula ha emprendido una tarea quijotesca de unidad sudamericana. Mientras Brasil pretende liderar la unificación, los habitantes de Santa Cruz en Bolivia han optado por el nacionalismo absurdo tan en boga y quieren independizarse de su propia patria. El gobierno de Colombia, que en su guerra al terrorismo vive al filo de la ley protagonizó un incidente que irritó al descabellado inventor de la revolución bolivariana y las relaciones comerciales y diplomáticas entre los dos países sufrieron un daño que, aun cuando reparado pronto, tendrá malas consecuencias a futuro.

El Norte se aprovecha de las flaquezas del Sur. La primera actuación visible en el campo diplomático de la entonces cuasi secretaria de estado de Estados Unidos, la obsecuente segura servidora doña Condoleezza Rice, fue una andanada insultante contra el dictador democrático de Venezuela, arenga que unos días más tarde agravó la contienda colombo-venezolana. El Sur, a su vez, resalta la arrogancia del Norte. El mediador principal entre Colombia y Venezuela no fue el embajador de Bush en Bogotá, que despotricó con frecuencia sino el mismísimo Fidel Castro, desde su residencia en La Habana.

Es incomprensible que el Sur no sea capaz siquiera de adoptar posturas comunes en torno de los principales asuntos de la historia contemporánea. El Foro Social por ejemplo, no emitió una declaración final debido a la multitud de propuestas allí presentadas. Queda la sensación de voces oídas e iniciativas muertas.

El Norte no es tampoco homogéneo. La Unión Europea, empujada por el gobierno español, ha suspendido las sanciones diplomáticas a Cuba mientras Estados Unidos, de boca de su presidente y eco de su secretaria de estado promete intensificar el estrangulamiento que el pueblo de Cuba ha sufrido por más de 40 años sin que ello haya ablandado la dictadura ni contribuido a la libertad.

Cuando se escriba la historia no reflejará las disminuidas facultades personales del comandante en jefe del “mundo libre” ni los sueños de Lula.

Explicará, cuando ya sea demasiado tarde, cómo la pobreza y la riqueza, trenzadas en duelos desiguales, aporrearon a la humanidad.

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