Pat Robertson, vocero del fanatismo religioso, ha dicho del presidente Bush, “…creo de verdad que la bendición de Dios está con él. Y hay que recordar, creo que fueron los chinos quienes lo dijeron, usted sabe, esa es la bendición del cielo para el emperador. Y creo que la bendición del cielo está con Bush. Así de claro.”(The Washington Post, 21 de octubre de 2004) Lo malo es que Bush también se lo cree. Un reportaje reciente en The New York Times describe el panorama escalofriante de un hombre con todo el poder del mundo atrincherado en sus prejuicios y seguro de que sus decisiones, por absurdas que sean, reflejan la voluntad de un Dios cuyos designios cree estar cumpliendo en la tierra. Un individuo sin muchas luces se ha proclamado a sí mismo redentor de la cultura occidental y ha surgido así un fanático religioso al frente de las huestes del “bien” para enfrentarse con las hordas de la destrucción y el terrorismo, que profesan otro fanatismo religioso.
El mundo ha regresado a la Edad Media pero ahora dispone de armamentos nucleares. En el país liderado por el señor Bush prevalecen el odio y la desconfianza sobre la tolerancia y la solidaridad. Gane (como parece probable) o pierda (como es deseable) en la elección del martes, el emperador a quien Dios ha bendito debe sentirse satisfecho porque el daño ya está hecho.
La discriminación ha sido siempre fuente de injusticia y de resentimiento y ahora se la practica en gran escala. La barbarie de los grupos extremos del mundo islámico contra la población de las naciones que ellos perciben como encarnación del demonio ha desatado la ira y el desquite de los afectados, que recelan de todos los súbditos del Islam. Estos, a su vez, desconfían de sus enemigos y los desprecian. Sólo unos pocos dirigentes se han atrevido a imaginar y a proponer una Alianza de Civilizaciones que, encauzando la lucha contra el terrorismo por cauces ajustados a la ley, reemplace al funesto Choque de Civilizaciones que preside el Dueño de la luz.
La trama de transacciones y convenios que sirven para moderar los conflictos en el ámbito global han sufrido también como consecuencia de la actitud de infalibilidad asumida por los grandes del mundo. El de la luz y sus secuaces actúan solos, al margen de los compromisos y las instituciones internacionales porque tienen la convicción de poseer la verdad y no necesitar de nadie más. La renuencia del señor Bush a unir sus esfuerzos con los de la comunidad internacional ha serruchado el piso a los tratados de no proliferación nuclear, protección del medio ambiente, proscripción de las minas antipersonales, creación de la Corte Penal Internacional. Ha sometido a depuración artificial las convenciones de Ginebra dando lugar a la tortura y la humillación de prisioneros. Y ha debilitado la organización de las Naciones Unidas.
El mundo está listo para el colapso o para el rescate. Lo mismo Estados Unidos. La democracia matriz está en peligro por la falta de respeto y garantías a las libertades civiles, la preferencia por los adinerados y por las corporaciones que los alimentan con olvido de los pobres y de las carencias en educación y salud, la violación del principio de separación entre la iglesia y el Estado para solventar unas curiosas criaturas llamadas iniciativas basadas en la fe, la transgresión de los principios básicos de la economía combinando menores impuestos a los que más tienen con déficit fiscales impresionantes.
El Dios en que creo no puede haber inspirado tanta locura.