Las drogas, su uso y abuso, han estado presentes a través de la historia de la humanidad pero nunca antes como ahora ha sido tan grave el problema que representan porque ya no se trata solo de la droga, el uso y el abuso. Se trata además de la corrupción, la violencia y la guerra que en su entorno arrasan con la vida y la esperanza de pueblos enteros.
Las estadísticas de salud demuestran que ni el uso ni el abuso de las drogas realmente son el gran problema de la sociedad moderna. Por ejemplo, en EEUU tan solo mueren 4000 personas al año por causas directas del uso o abuso de las drogas y en contraste mueren mas de 300.000 por causas directamente atribuibles a la obesidad. Y sin embargo EEUU no le ha montado la guerra a la obesidad con un presupuesto federal de mas de 17.000 millones de dólares anuales y mas de 30.000 millones anuales a nivel estatal como lo hace contra las drogas.
Es cierto que el uso de las drogas resulta en vidas desperdiciadas, sueños perdidos y esperanzas sin respuesta. Es cierto que la vida de un drogadicto vale tanto como la de un gordo o una persona con cáncer o cualquier otra enfermedad y por lo tanto merece el mismo grado de acceso a la educación y tratamientos disponibles como los que padecen de cirrosis, tumores o presión alta. Pero a cambio de tratamiento, de educación, los drogadictos son convertidos en criminales y son perseguidos y encarcelados. No para tratarlos como merecen sino para castigarlos por enfermos. Esto lo valida el hecho de que del multimillonario presupuesto de EE.UU. para la guerra contra las drogas menos del 30% es destinado al tratamiento y la educación. La gran mayoría esta destinada a combatir el ingreso de las drogas al país.
Pero, eso no tiene mucho sentido tampoco. Vivimos en la meca del capitalismo donde inversiones de tal magnitud requieren de igualmente grandes recompensas. Y estas obviamente provienen del exorbitante precio que los enfermos están dispuestos a pagar.
El análisis de costos de la producción y distribución legal de drogas no justificaría los precios actuales del mercado pues a cambio de pagar mas de cien dólares por un gramo de cocaína un adicto o usuario ocasional pagaría quizás menos de un dólar.
El resultado entonces es el perverso estado de la sociedad actual que para mantener un nivel obsceno de utilidades convierte a los enfermos en criminales, no-solo por padecer de la enfermedad sino por todas las acciones criminales a las que recurren en función de su aflicción. Y en el proceso se hunden pueblos enteros corroídos por la corrupción, la avaricia y la violencia que mantienen el valor del estupefaciente en el punto de “maximum return on investment”
Al agricultor también se le criminaliza al no ofrecerle alternativas reales pues entre cultivar papas y no recuperar la inversión y mucho menos poder proveer para el bienestar de su familia o cultivar coca, amapola o marihuana y poner comida en la mesa no hay mucho que escoger. Pero las opciones pueden ser aun peores: cultivar ilícitos y permanecer vivo o morir cultivando lo que no tiene mercado ni nacional ni internacional gracias a los subsidios que reciben los agricultores de los países “desarrollados” y la globalización (de la pobreza). Y para que no queden dudas les fumigamos las tierras con químicos y hongos que dejan la tierra inservible y acaban con la biodiversidad del planeta.
Los argumentos a favor de la legalización de las drogas no son nuevos y son muy convincentes como pueden ser los argumentos en contra que citan el bienestar y la salud de sus juventudes afectadas por el flagelo de las drogas.
¿Cuál entonces es la solución? Pues la respuesta esta en ser consecuente con los principios que predicamos. En primer lugar hay que legalizar la droga para acabar con las ganancias que hacen de su trafico el mejor negocio del mundo y no solo para el traficante sino para los productores de precursores, armamento y el sector financiero que se encarga de lavar las inmensas fortunas generadas.
Segundo, los gobiernos deben dedicar parte del presupuesto dedicado a la guerra contra las drogas a comprarle los cultivos y la producción de drogas directamente a los pueblos que hasta ahora han pagado con sangre la guerra y para desarrollar industrias que generen empleo y ofrezcan un mejor futuro a sus familias.
Tercero, los gobiernos deben gastar su dinero en garantizarle a todo usuario la posibilidad de adquirir el tratamiento necesario para curar su enfermedad o para vivir con ella de manera productiva como lo hacen los millones de personas que dependen de drogas para sobreponerse a diversas enfermedades y de esa manera llevar vidas productivas.
De la forma actual, el 90% de las drogas llegan a su mercado final y en el proceso se acaban los pueblos victimas de la producción y trafico, se acaban los sistemas judiciales y políticos victimas de la corrupción, se llenan las cárceles de drogadictos y traficantes y por fin se acaba con las democracias del mundo victimas de los grupos armados de derecha, izquierda y centro, financiados por el narcotráfico.
Legalizando las drogas, idea a la cual se han suscrito personalidades tan diversas como el ex secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, el financista George Soros, el ex secretario de estado de EE.UU. George Schultz, la Dra. Joycelyn Elders ex Cirujano General de EE.UU., el Gobierno de Holanda y el economista y premio Nóbel Milton Friedman, las drogas siguen llegando a su mercado, pero quienes lo necesitan tendrán a cambio de cárcel tratamiento y no tendrán que recurrir a la criminalidad que sustentaba su ilícito. Podrán ser parte productiva de la sociedad. Los dólares que antes mantenían la industria de las armas y la corrupción ahora pagaran los programas de educación y desarrollo de industrias alternas en los países productores. Y los alzados en armas ( de todas las variedades) se verán forzados a una solución negociada al no poder mantener su poderío económico y militar que los hace arrogantes y perder el objetivo de una sociedad en paz.
En este mundo donde pareciera haber mas motivos para ir a la guerra que para vivir es hora de ganar una. La guerra contra las drogas se gana de manera simple, legalizándola. Lo dictan las leyes del capitalismo.