Saya negra lisa, blusa blanca impecable, aretes y broche de acero con oro toledano, los cabellos recién peinados en gajos grises y blancos, ojos inquisitivos y penetrantes tras las gafas, la abuela castellana entró en el tren acompañada por numerosos parientes próximos y lejanos. El novio de la nieta se sentó enfrente de nosotros en un incómodo compartimiento de un TALGO viejo.
Viajamos en silencio por un rato, pero cuando le ofrecí el periódico empezó a charlar con gusto evidente. El compañero de viaje es de Albacete una pequeña ciudad de Castilla con 200.000 habitantes, famosa por la fabricación de cuchillos Arcos que este año tiene equipo de fútbol en primera división e inaugura aeropuerto “sin terminal ni nada, la pura pista no más” dice la nieta. El chico tiene una admirable curiosidad por cuanto ocurre en España y fuera de ella con conocimiento tan vasto y conceptos tan atinados que comprueban que el mundo es un pañuelo y que todos somos actores del drama universal. Feliz por el triunfo de Zapatero nos contó que a su bisabuelo lo fusilaron esos otros y que los abuelos de la novia, la abuela que iba al otro lado del pasillo, estuvieron en la cárcel cuando en España se mandaba por la gracia de Dios. Es como los demás españoles enemigo de la guerra de Irak y quiere que Bush pierda en noviembre. Despotrica contra las FARC y ha leído sobre el espléndido paisaje colombiano. Lee mucho y nos dijo de sus autores predilectos.
Una niña impertinente como de once o doce años, ajena a la familia pregunta a la abuela:
-Y tú cómo te llamas.
-Como tú quieras decirme.
-Teresa, y cuántos años tienes.
-Yo, los que tú me des.
-Pues sesenta y dos y a dónde vas.
-Le ha quitado veinte, dice la nieta.
-A donde el tren me lleve.
-Nosotras también vamos a Bilbao.
Dejamos de hablar de política mundial y entramos en el tema del deporte, la crisis del Real Madrid, los triunfos del Albacete, los éxitos de Pau Gasol y de Raúl López en las grandes ligas del baloncesto de Estados Unidos, a donde desde luego quiere ir en el futuro, cuando se dé la ocasión.
-Estoy cansado del viaje, llevo desde las siete de la mañana en Albacete, pero hablando se acortan las distancias. Me encanta hablar, nos dijo.
-Señores pasajeros, la próxima parada es Llodio la última antes de Bilbao. Las grandes líneas RENFE agradecen la confianza que nos han dispensado y esperan servirles de nuevo en el futuro cercano.
Pasaron diez minutos de estacionamiento del tren y la abuela dijo,
-Ya van veinte minutos y no aparece ningún bigote por aquí a decirnos nada, mala cosa.
-Señores pasajeros, apunta el conductor, estaremos aquí aproximadamente media hora. Hay una avería adelante. Es lo que me dicen y es todo lo que puedo deciros.
De un aire de inquietud a un estado de alarma pasamos los pasajeros. La abuela nos informó que era la tercera avería del día, dos entre Albacete y Madrid, y que en esas había tropa rodeando el tren y que tres averías en un día eran dos más de las que la casualidad admitía. Se filtró el rumor de que adelante había una barricada, no una avería. Barricada evocó el recuerdo del periódico de los sandinistas en Nicaragua y la imagen de cosas malas que ocurren en la patria. De cómo se originó el rumor, una pasajera del otro coche le dijo a un pasajero de este que se lo habían dicho por teléfono. La abuela alegó que habían transcurrido treinta y cinco minutos sin que el tren se moviera ni nadie nos diera información oficial.
Entonces, arrancó el tren. Cuando estaba ya en movimiento, la abuela aseguró que seguía parado. No hubo barricada alguna, ni cosas de las que no se mencionan, las que destrozaron a Madrid. Las señales en las vías funcionaban mal y las habían arreglado.