España en primera plana

España, país pequeño, recién venido al primer mundo, mejor conocido en Washington por el flamenco y los toros, cercano en los últimos tiempos al corazón del señor Bush por el apoyo desmedido de José María Aznar a la invasión de Irak, ha accedido de repente a las primeras planas de los diarios, la televisión y las radios de Estados Unidos y a las declaraciones de sus líderes políticos.

La hecatombe del 11 de marzo en Madrid fue en general recogida con respeto y solidaridad, salvo comentarios imprudentes como los del general secretario de estado Colin Powell afirmando que los países europeos deberán tomar conciencia del terrorismo, como si ese azote no hubiera castigado a Europa y en especial a España mucho antes que a Estados Unidos.

La matanza madrileña ha conmovido al público estadounidense. El 15 de marzo se celebró en la catedral católica de San Mateo en Washington una misa por España a la cual asistieron diplomáticos y políticos, junto con muchos ciudadanos y ciudadanas corrientes, españoles y no españoles. Fue un espectáculo impresionante por austero, profundo y doloroso.

La interpretación del milagro político del 14 de marzo ha sido menos acertada, generosa e imparcial. Con salvo contadas excepciones los editoriales y páginas de opinión de los medios de publicidad y varios dirigentes políticos se han dado a la tarea de presentar el triunfo electoral del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) como si fuera un éxito de Al Qaeda, una afrenta a Estados Unidos y un espaldarazo al terrorismo.

El gobierno y parte del pueblo estadounidenses no miran con simpatía nada que se oponga a la vocación imperialista del presidente Bush. El vencedor en el certamen democrático del 14 de marzo en España, José Luis Rodríguez Zapatero, ha expuesto con claridad las grandes líneas que seguirá su gobierno, planteadas ya en su campaña electoral. Bush y muchos de sus compatriotas las encuentran ofensivas.

Al hablar de política exterior, por ejemplo, Zapatero declaró que seguirá tres ejes: la reinserción en Europa, y la recuperación de dos parámetros tradicionales, las relaciones con Latinoamérica y el Mediterráneo. No colocó en el mismo plano a Estados Unidos, aunque dijo que mantendrá relaciones cordiales con Washington. Más agresiva fue la reiteración de que las tropas españolas serán retiradas de Irak el 30 de junio, a no ser que Naciones Unidas se haya hecho cargo de la situación. Zapatero fue enfático en hacer de la lucha contra el terrorismo su primera prioridad, pero sin coincidir con los métodos de la Casa Blanca.

Los analistas políticos han resuelto que Al Qaeda fue el ganador de las elecciones españolas, alegando que la masacre del 11 de marzo tuvo como objetivo derrotar al Partido Popular de Aznar. Atribuir a los terroristas de esa agrupación criminal la intención de apoyar mediante la masacre indiscriminada de gente humilde en la capital de España al Partido Socialista Obrero Español, que se opone a sus metas y procedimientos, sin tener prueba alguna de ello, es aventurado e irresponsable.

En las primeras páginas se seguirá mintiendo que Zapatero ha sido ungido presidente del gobierno español por una banda de malhechores. Lo que no se dice y es de verdad importante es que con su elección España reafirma su democracia, no renuncia a su repudio frontal del terrorismo, recupera su papel potencial de puente de entendimiento con el mundo árabe, afirma su participación en Europa y está lista a demostrar que es posible mantener una política de cooperación sobre bases de igualdad con Estados Unidos, sin el vasallaje de Aznar frente a Washington.

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