Nosotros tan Ignorantes

El sabelotodo ahora es un destacado economista de Harvard, Gregory Mankiw, presidente del consejo de asesores económicos de Bush. Ha recibido elogios editoriales del periódico de la parroquia y unánime reconocimiento de su indiscutible sabiduría económica. Frente a él nosotros, pobres ignorantes. Los que reconocemos que tiene toda la razón, pero encontramos que no resuelve ninguna de nuestras carencias.

El profesor Mankiw puso de nuevo en la palestra esa verdad de Perogrullo que respalda todo el entusiasmo desaforado de políticos, economistas y público general en la onda del libre comercio. El informe económico anual del presidente, compilado bajo su tutela, afirmó que cuando es más barato producir un bien o prestar un servicio en el extranjero, es preferible importarlo que intentar generarlo en el mercado local. Nada nuevo, el viejo cuento de las ventajas comparativas, que en una situación de libertad comercial llevará a cada país a especializarse en las actividades más eficientes y resultará en mayor producción global.

Las libres corrientes comerciales tienen otras secuelas, sin embargo, entre ellas la muy lógica de que si un bien o servicio puede producirse en cualquier parte, habrá la tendencia a desplazar la producción a los lugares donde la mano de obra es más barata. Esto lo dijo también el sapiente Mankiw al explicar que el desplazamiento de puestos de trabajo de Estados Unidos a India, China, México, Filipinas, es apenas una nueva forma de practicar el comercio internacional.

Resulta así que en Estados Unidos hay ahora dos movimientos migratorios simultáneos y contrarios, reconocidos por quienes todo lo saben. Uno, el de los que desde México a la Patagonia y de Oriente a Occidente se desplazan de manera legal o ilegal para morder un poco de la prosperidad del imperio. Otro, el de los puestos de trabajo de la meca de la abundancia que se deslizan hacia tierras más propicias para la producción barata.

El cerebro de sus eruditos consejeros económicos le ha enseñado a Bush, en mala hora porque coincide con el comienzo de la campaña electoral presidencial, lo mismo que aprendieron y practicaron los próceres de la apertura económica en Colombia y otros países afines. El abrir el mercado local al intercambio global causa el derrumbamiento de las actividades ineficientes que son reemplazadas por otras más eficientes. Cierto en la teoría y en la práctica económica, excepto que la ineficiencia no es reemplazada de repente por la eficacia.

Nuestros gobernantes innovadores y atrevidos parecen haber leído el capítulo primero del libro de teoría, donde se destruyen las estructuras chuecas y el último, cuando la economía se transforma en una exhibición de eficiencia. Pero ellos y sus asesores olvidaron leer los capítulos intermedios y pasaron por encima de la desocupación y la pobreza asociadas con el impacto de la zambullida repentina e irracional en el libre comercio antes de que la eficiencia venga a salvarnos.

Sería indispensable compensar el choque con medidas de ajuste que eviten que los trabajadores que sufren las consecuencias de la tan cacareada apertura sean los perdedores netos de la incursión de los poderosos por los inciertos dominios de la mal llamada ciencia económica.

Y habría que tener en cuenta que como lo dijo el señor Mankiw, ese virtuoso de la perogrullada, pocos días después de su metida de pata, los economistas y quienes no lo son hablan dos lenguajes diferentes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

3 × three =