El título de este artículo no es original. La frase la usaban con mucha propiedad los Salvadoreños hace unos años para describir lo que ocurriría después de que se negociara las paz entre el gobierno y el Frente de Liberación Farabundo Martí – FMLN.
Tomo prestado el concepto para plantear el problema que tenemos por delante en Colombia cuando “estalle la paz”. Cuándo ocurrirá esto? es impredecible. El general Jorge Enrique Mora dijo recientemente que ya estamos en el comienzo del final. El final no creo que sea dentro de pocos días, ni tal vez meses pero, hay que ser optimistas y pensar que tal vez en unos años estalle la paz en Colombia, bien sea por la vía de la negociación con los grupos armados, por su derrota militar o por su reducción a la irrelevancia como actores nacionales. No creo que sea ahora probable una victoria militar de las guerrillas a pesar su capacidad de hostigamiento y por eso opino sobre la hipótesis de una eventual victoria de gobierno o de una paz negociada. En cualquier forma no será una paz absoluta, digamos como se conoce en Suiza o en Noruega. No será un evento, será un proceso largo de cicatrización y de transformación social paulatina de una Colombia acostumbrada a vivir en la zozobra y en el miedo y sin esperanzas a una que se tendrá que acostumbrarse a vivir en paz y a desarrollar hábitos sociales para un país en paz y con futuro. Esto no es muy fácil. Mi generación por ejemplo no conoció lo que es vivir en paz. Y eso produce deformaciones emocionales sociales profundas. Será una paz precaria por que nos quedarán los remanentes de la violencia guerrillera del medio siglo pasado y la violencia no negociable que representan las bandas de delincuencia común que hoy atormentan al país.
El día que se declare la victoria del gobierno o se firme la paz, además del problema de manejar la violencia no negociable y los remanentes de la negociable, el país se va encontrar a boca de jarro con retos como los siguientes: La reinserción de 20.000 ex guerrilleros, el retorno al campo o la incorporación a la vida urbana (incluyendo empleo, educación, salud y vivienda y otros servicios básicos) para dos millones y medio de desplazados por la guerra, la rehabilitación de toda la infraestructura destruida por la violencia, o por el abandono ante la posibilidad de mantenerla en buen estado, la recuperación y rehabilitación de las zonas destruidas por las fumigaciones con gifosato, la generación de empleos para los 8 millones de desempleados y subempleados que existen en el país y la regeneración de las costumbres políticas y cívicas de los colombianos. Y si estos problemas no se atacan en forma acelerada y efectiva la paz será efímera y se podría esfumar en corto plazo ante la presión social de los desposeídos y el continuado deterioro político y social. Esta es una tarea faraónica para cualquier sociedad. Sin embargo la precaria preparación que Colombia tiene para manejar semejante empresa, se vio clara recientemente cuando las AUC decidieron entregar afines del año pasado, unos cuantos adolescentes que tenían en sus filas dizque para no tener niños combatientes (el diablo haciendo hostias). El manejo de 15 o 20 niños se volvió catedral porque nadie sabía en forma clara como se podía manejar el tema, y vinieron los formalismos y las trabas burocráticas y los procesos. No he podido informarme en que paró la odisea de los niños combatientes.
Cuando estalle la paz vendrán fondos extranjeros y la banca de desarrollo va estar presente con préstamos, donaciones y expertos internacionales para ayudar a manejar lo que en esa jerga se llama el post conflicto. La pregunta es si el país se está preparando para la paz como lo ha hecho para la guerra. He hablado con varias personas autorizadas sobre este tema y no consigo una respuesta clara. Algunos me dicen: no tenemos tiempo para pensar en eso todavía, tenemos otras prioridades, primero hay que ganar la guerra y después ya veremos.
Un plan de la envergadura descrita arriba, necesita preparación, estrategias, organización, y mucha capacidad de gerencia y ejecución. Desafortunadamente esa es la realidad. El desafío para Colombia consiste en ser capaz de pensar no solo en el corto plazo sino en los próximos diez o quince años. No será entonces hora de que el país piense en organizar la preparación de los programas para la paz y de las gentes y de los modelos organizacionales y de la infraestructura legal necesaria? Hay que crear la visión y el proyecto para una Colombia en paz. No sólo por lo dicho arriba sino para que los colombianos tengamos con qué soñar, sepamos hacia donde vamos y por qué estamos peleando y tengamos una esperanza concreta. Eso toma mucho tiempo y esfuerzo y requiere un grupo de gentes dedicadas por completo a ese trabajo. No es temprano para empezar. La experiencia internacional en manejo de situaciones post conflicto ha sido consistente: Si bien se pueden obtener recursos financieros relativamente abundantes, la falta de una visión del futuro, de una estrategia, de planes concretos y de una organización y de una capacidad de ejecución adecuados han frustrado los esfuerzos de alivio y reconstrucción. Si esto sucediera sería como morir de sed al pie de un pozo sin un balde para sacar el agua de las profundidades. Y los Colombianos no aguantamos muchas mas frustraciones.