Quemando La Vela Por Las Dos Puntas

El gobierno del presidente Uribe de Colombia, consistente con sus promesas de campaña, tiene como primera prioridad darles seguridad a los colombianos mediante un extraordinario fortalecimiento de las fuerzas armadas. Ha habido también acercamientos con los paramilitares y el ELN para una eventual negociación de paz. Es innegable que este gobierno se ha apuntado más éxitos que cualquier otro en el campo militar.

Hay sin embargo otra guerra silenciosa (hasta ahora) que pelean día a día los ejércitos de desempleados, subempleados y desplazados por la violencia a quienes la economía no ha logrado resolverles su problema de hambre y miseria y sobre lo cual el gobierno parece estar yendo en contravía del sentido común. Y la situación es probable que se deteriore más antes de que empiece a mejorar, pues no es claro que las políticas económicas del gobierno apunten precisamente a lo que se necesita en paralelo con el frente militar, la creación masiva de empleos. Al contrario, parece que las políticas económicas se han enfocado a un control de la inflación como un fin en si mismo lo que es muy discutible en las condiciones actuales del país.

No se necesita saber mucha economía para entender que la generación de empleo requiere inversión y demanda por bienes y servicios. El lado de la demanda sabemos que está deprimido por la falta de trabajo en las ciudades y por el desplazamiento de campesinos de sus tierras. A esto se sumó el famoso IVA para prácticamente todos los artículos de consumo, empeorando así la ya baja capacidad de compra de los consumidores. Y de paso atizando una posible inflación de precios que están tratando de combatir por otros medios.

Por el lado de la inversión también la cosa está fea. El gobierno no está invirtiendo. Todo se va al gasto militar (necesario) y al funcionamiento del estado. Ya se vieron las ridículas partidas que quedaron para inversión en el presupuesto nacional para este año. La inversión privada nacional, tradicionalmente conservadora al extremo (preferimos invertir en el exterior) y raquítica en su capacidad, se ha visto aún mas impedida por los problemas de seguridad y por el reciente impuesto al patrimonio (que el ministro de hacienda piensa volver permanente). Vimos también que el Banco de la República acaba de subir las tasas de interés y desacelerar la devaluación (es decir menos rentabilidad para las exportaciones), como si la economía estuviera recalentada. También criticó el Banco de la República el alza reciente de salarios a los trabajadores (léase mas capacidad de consumo) como inflacionaria. De la inversión extranjera creo que es mejor ni hablar, pues la competitividad de Colombia para atraer inversión extranjera frente a otros países es de las peores, además del tema de seguridad. Entiendo por algunos inversionistas privados con quienes hablo que no se puede invertir en Colombia, con los niveles de riesgos políticos, legales y de seguridad actuales, en proyectos con tasas de retorno de menos del 40 al 50 por ciento anual en términos reales. Debe haber muy pocos de estos, excepto los ilegales. En resumen estamos quemando la vela por las dos puntas, la de la demanda y la de la inversión. Y no hay un paquete coherente de estímulos a la economía.

Juan Luis Londoño (q.e.p.d.) pensó en este tema e introdujo su reforma laboral para generar más empleos. Coincido con sus intenciones pero no con sus pronósticos sobre el número de nuevos empleos como consecuencia de la reforma. A corto plazo la reforma tiene un efecto depresivo (menos dinero en los bolsillos de los que aún tienen un trabajo), exacerbando el problema aún más. Del otro lado los efectos de la reforma en cuanto a generación de nuevos empleos son a lo mejor marginales y a plazos relativamente largos por muchas razones que sería largo introducir aquí.

La victoria militar sobre las guerrillas se va a demorar, es mas, no hay garantía de que se pueda lograr. Mientras tanto el país puede estarse acercando peligrosamente al umbral de tolerancia social del hambre y la miseria. Aun no hemos visto saqueos masivos a supermercados y almacenes ni manifestaciones de gente miserable en las calles de los barrios ricos o en las plazas públicas (los colombianos pensamos que esto solo sucede en otras partes). Simplemente los pobres no se han organizado o no han llegado a la desesperación colectiva. Y puede suceder que se llegue a este umbral antes que se logre la victoria militar sobre las guerrillas.

No será entonces que necesitamos un modelo económico menos tradicional y fundamentalista y mas enfocado a resolver el problema social de desempleo y miseria así sea a costa de algunos puntos de inflación mientras la economía logra arrancar? Será que los colombianos no podríamos ser mas creativos? De otra manera nos podemos quedar sin la paz, sin los empleos y con un país que se sume cada vez más en la disolución social y en la miseria.

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