Leyendo la prensa una mañana de la semana pasada me acordé de lo que me han dicho que decía mi abuelo: “Fe es creer lo que no creemos porque Dios lo ha revelado.”
La mayoría de los gobiernos firmaron en Kyoto un compromiso para reducir la emisión de gases que contribuyen al calentamiento global. Pero no el de aquí, que quiere tener la certidumbre científica de que los gases estimulan ese fenómeno y que el tal calentamiento existe. Estudio tras estudio se desechan porque comprueban lo contrario de lo que se quiere comprobar y ahora se emprenderá uno más, un plan de estudios de diez años de los cambios climatéricos que cuenta con la participación de más de 30 países. A ver si la conclusión es por fin la que se busca.
Se ha dicho que la reciente rebaja de impuestos, una de las joyas de los logros del gobierno, beneficiará a todos los contribuyentes estadounidenses. Según cuentan los periódicos, mientras muchas familias empezarán a recibir beneficios por el aumento de las exenciones por hijo en el impuesto federal a la renta, el alivio monetario no se extenderá a las de menores ingresos, seis y medio millones de hogares que ganan entre 10.500 y 26.625 dólares por año. La verdad es que la cobertura de los recortes tributarios es universal como se dijo, porque los que quedan por fuera son los que ganan tan poco que no pagan impuestos a la renta. Claro, por otra parte sufragan numerosos impuestos y tasas estatales y locales, pero no hay que hacerles caso, las rebajas son para los que ganen más y vivan mejor.
Se dijo también que el corte impositivo tiene por fin revivir la economía. Está por verse qué tendrá por fin, porque en todo caso la economía es una disciplina (¿ciencia ficción?) de pronóstico reservado. Pero según parece hasta ahora lo que se ha estimulado es el desempleo, que tras alcanzar los valores más altos en 20 años sigue por encima de 6 por ciento.
Cambiando de país pero no de tema, el presidente de Colombia sostiene que el anticipo de utilidades del Banco de la República para el fisco no es emisión de moneda. Y un periódico capitalino nos endilga la peculiar teoría de que la renegociación de las metas del déficit fiscal con el Fondo Monetario Internacional es una alternativa para financiar el presupuesto.
El señor William Pryor, fiscal general del estado de Alabama, fue designado para integrar la Corte de Apelaciones del Circuito de Atlanta y su aptitud para ese oficio ha sido motivo de acalorado debate en el proceso de confirmación en el senado. Los demócratas objetan sus posturas en temas relacionados con los derechos civiles, los de la mujer y el medio ambiente. Los republicanos lo apoyan sin condiciones. Un grupo de derecha y ciertos senadores del mismo pelaje, han resuelto desviar la atención diciendo que se le está atacando por ser apegado a sus creencias religiosas, que sus antagonistas son anticatólicos. ¿Cacería de brujas?
Dos bandidos desalmados, según se los ha descrito al mundo, murieron en una emboscada en Irak. El mismo día otros dos soldados estadounidenses fueron acribillados por iraquíes descontentos, que no han podido entender que se les esté liberando para que se conviertan a la democracia y a la libre empresa. Estos acontecimientos dieron pie a la apología oficial de los progresos alcanzados en la construcción de un Irak libre, rescatado de la tiranía de Sadam Husein por los contingentes de Estados Unidos y sus dirigentes desde Washington que han restaurado la esperanza en una nación subyugada por el despotismo. Dos días después la prensa contó de la muerte de un estudiante iraquí de 21 años cerca del sitio donde los nefastos hermanos fueron sacrificados y que según dicen testigos presenciales, fue abatido por las balas de soldados estadounidenses que, de acuerdo con las fuerzas de liberación, no mataron allí a ningún civil. Lo único cierto es la muerte del muerto.
Menudo escándalo porque el discurso presidencial más importante del año contuvo al menos una mentira en materia grave. Una serie de explicaciones contradictorias acerca de cómo se incurrió en semejante desliz parecieron llegar a una conclusión feliz cuando se nos explicó que el presidente no es un “Fact checker” en traducción literal no es el que chequea los hechos. Por consiguiente, colegimos nosotros, dice lo que se le antoja o lo que le dicen que diga. Pero el personaje principal nos contradijo al asumir responsabilidad personal por todo lo que dice. Y ahora creemos cuantos embustes se nos cuenten, porque tenemos la fe del carbonero.