Juan Gabriel en la Picota

Según relató –mejor insinuó—el diario oficialista The Washington Post en su edición del 14 de mayo, el embajador de Chile ante las Naciones Unidas, Juan Gabriel Valdés, diplomático aquilatado y hombre de principios, ha sido otra víctima notable de la “desquitomacia” del Grupo Bush. Dice el informativo que el embajador planteó la postura de su país, contraria a la aventura bélica del gerente del mundo, con más entusiasmo aún que el presidente de Chile irritando a los altos mandos de la capital del imperio y hasta al embajador de España ante la ONU, que defendía a gritos la alineación contraria.

En clara demostración de diplomacia del desquite, Estados Unidos suscribió un acuerdo de libre comercio con Singapur, uno de los integrantes de la Coalición y aplazó en cambio la firma del de Chile, que estaba listo para ser suscrito. Vale anotar que el libre comercio, como la aspirina, sirve ahora para curar todos los males. El presidente de Estados Unidos, en su entusiasmo librecambista, ha llegado a prescribir el libre comercio como medio para lograr la paz en el Oriente Medio.

Para llover sobre mojado, el diario en referencia deslizó el término socialista en su cuento sobre el embajador Valdés. Ser socialista, para el Grupo Bush, es casi tan grave como ser terrorista. Sin embargo, es un pecado perdonable y los de Bush olvidan, por ejemplo, que el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, tan amigo de los de Washington, fue socialista hasta hace muy poco tiempo, cuando le dio por disimularlo.

El gobierno de Chile, con la complacencia del Washington Post, del Departamento de Estado y parece que del que manda más, ha resuelto la situación trasladando a Juan Gabriel a Buenos Aires y trayendo a las Naciones Unidas a Heraldo Muñoz, quien se presume sea más amigo de las liberaciones forzadas, más lejano de las veleidades socialistas y sobre todo, más potable a los íntimos del presidente de Estados Unidos. Dice el diario que es posible que ahora se señale una nueva fecha para la ceremonia de consagración del libre comercio entre las dos naciones calificadas por la magnitud y calidad de sus economías para competir entre sí en plena igualdad de condiciones, sin barreras ni ventajas. Así se traería a Chile de nuevo al redil.

Este divertimento diplomático sirve para mostrar la fuerza del fuerte y lo frágil de quien obra sin otras armas que sus creencias. Pero señala también la fiebre de revancha que se ha apoderado del país más poderoso y que su gobierno se ha encargado de fomentar y de transmitir al pueblo estadounidense.

.Ejemplo de desquite gubernamental ha sido, entre otros, la expulsión de 14 diplomáticos cubanos de las misiones de ese país en Washington y en las Naciones Unidas. Estos funcionarios de Fidel se volvieron indeseables de repente y su salida forzada de Estados Unidos no tuvo nada que ver, desde luego, con la feroz retórica de Castro contra la guerra de liberación del presidente Bush.

Han surgido por allí algunas mentirijillas de esas que siguen siendo verdad después de desmentidas, como la supuesta expedición de pasaportes franceses a funcionarios iraquíes buscados por Estados Unidos con lo cual la prensa libre, citando fuentes gubernamentales en Washington no identificadas, contribuye a devastar la imagen de Francia entre los estadounidenses.

Muchos ciudadanos de bien se han contagiado del virus del desquite, convirtiéndose de repente en enemigos jurados de todo lo francés. Las ventas de cosméticos y de vinos y quesos de Francia parecen haber disminuido sin que ello se explique por peor calidad o mayores precios, sino por caprichos pseudo-patrióticos de los consumidores. Es diciente que no se haya estimulado el boicot a mercancías de otros países infieles a la tutela estadounidense, en Alemania por ejemplo el castigo consistirá más bien en el retiro de tropas. Esto habla muy bien de la calidad de la producción francesa que amerita un tirón de orejas del gerente del mundo.

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