En España, la celebración de la semana santa es un ritual espléndido que combina lo religioso con lo profano en un marco de festividad, reflexión y despliegue artístico. La de Valladolid ha sido declarada de interés turístico internacional. Viajé allí para presenciar la procesión que el viernes santo conmemora la pasión del redentor, acontecimiento culminante del ceremonial religioso de la estación. No tuve suerte, sin embargo, porque la lluvia cayó a cántaros, la procesión fue cancelada y el recuerdo con imágenes de la pasión y muerte de Jesús quedó aplazado para años venideros.
La inoportuna tormenta brindó en cambio la oportunidad de conocer mejor la ciudad, recorriendo bajo paraguas las calles peatonales del centro llenas de gente frustrada por la suspensión de los festejos. Valladolid es una población de algo más de 350.000 habitantes, capital de la Comunidad de Castilla y León y antigua capital del imperio español. Alberga las mejores tallas del arte religioso de España y es reconocida como cuna y relicario del idioma castellano. La región es notable por sus vinos generosos y sus excelentes delicias gastronómicas.
Al pasear por los espacios de la red peatonal o por amplias avenidas bordeadas de árboles en zonas más modernas, se respira un aliento de belleza urbana poco frecuente en su sencillez y armonía. Sensación que se afianza al deambular por el centro histórico, donde a cada paso surge la imponente arquitectura de hace siglos, en contraste con la más ligera y funcional de hoy en día. Entre muros imponentes, fachadas majestuosas y portales de museos e iglesias centenarios, se revela poco a poco el espíritu de la ciudad, más notable que su promesa de procesiones o su testimonio de eventos históricos. Se hace evidente que las personas que siguen paseando a pesar del mal tiempo no tienen ese aspecto desconfiado y lleno de angustia de quienes cruzan las calles y las plazas de casi todas las ciudades de la tierra. Ni colocan sus manos en posición defensiva de billeteras y bolsos, ni miran a sus congéneres de la manera triste y despectiva que se acostumbra por allí.
El gentío de Valladolid recuerda al de Medellín distante en el pasado y esperado en el futuro, cuando el odio haya dado paso a sentimientos más constructivos. Lo que más impacta de Valladolid es la percepción de que en ella se practica una de las virtudes más maltrechas y menospreciadas por nuestra presunta civilización occidental: la cordialidad. No puede pretenderse que seamos cordiales unos con otros para recuperar el espacio social positivo indispensable para vivir y progresar, cuando los conductores de la política mundial se especializan en el rencor barato y los pequeños desquites. Esta semana, por ejemplo, según informó la prensa, la Casa Blanca ha anunciado que el emperador Tejano intervendrá en una reunión económica a fines de la primavera en Evián, Francia, pero dormirá en Suiza, al otro lado de la frontera, tal vez para no “agraciar” con su presencia nocturna el dominio del país que tuvo la osadía de oponerse a sus designios. Como ocurre con frecuencia, la misma mansión presidencial expresó al día siguiente que se trataba de un rumor sin fundamento y que el gerente del mundo libre pernoctaría en territorio enemigo. Rumor sin fundamento quiere decir decisión frustrada por su posible efecto sobre los votos o la imagen del señor Bush. Así funciona la oficina de prensa del recinto imperial: a anuncio pueril, desmentido oportunista.