Para dejar constancia de profunda indignación ante la Caminata de la Libertad (“Freedom Walk”), espectáculo organizado por el gobierno Bush para conmemorar con fines políticos la hecatombe del 11 de septiembre de 2001. El Pentágono – ministerio de guerra del mundo –ha diseñado la manifestación que partirá de allí y culminará en un concierto con canciones bélicas en el Mall, el parque de los edificios de gobierno del presidente del mundo.
El desfile del rebaño de devotos de Bush por las calles de Washington tiene dos objetivos explícitos, ambos laudables: honrar el recuerdo de las víctimas del 11 de septiembre de 2001; y expresar apoyo a las tropas estadounidenses que participan en las guerras promovidas por el gobierno republicano.
La caminata, sin embargo, es reflejo del eje de mentiras urdido por el orgullo de Texas para justificar el estado lamentable del mundo. La primera, que pasó a la historia, fue el cuento de las armas de destrucción masiva en Irak; la segunda, el pretendido vínculo entre Irak y el 11 de septiembre; la tercera, el espejismo de libertad y democracia en Irak.
Hablar de libertad en el contexto de los ataques terroristas del 11de septiembre, es contradictorio. A partir de entonces las libertades civiles en Estados Unidos han recibido golpes violentos y hoy tenemos menos libertad sin que haya más seguridad. Los “expertos” en terrorismo (que son casi todos los funcionarios del gobierno) se devanan los sesos para inventar nuevas formas de inmiscuirse en la vida de la gente sin que parezca importarles su integridad. El “respeto” a la libre determinación de los ciudadanos es tal, que para tener derecho a caminar en el rebaño de la libertad hay que registrarse con anterioridad. El gobierno ha contagiado a la población de un sentido paranoico de la vida; a la guerra del terror se ha sumado la guerra del temor.
Según la versión oficial hay tanta libertad que tenemos sobrante para exportar a Irak. Para infundir el espíritu libre al pueblo iraquí, el presidente de Estados Unidos se mantuvo en contacto con el gobierno provisional, no sólo para urgir que la Constitución se aprobara en los plazos señalados por él sino también para compartir su sabiduría indicando cuales tópicos debían incluirse o excluirse en la carta fundamental y cuales fórmulas de arreglo con los disidentes deberían adoptarse. Eso es verdadera libertad. Libertad para meter la pata, por cuenta del que manda.
Los que crucen el río Potomac para venir del cuartel de guerra al menguado cerebro del conflicto estarán rindiendo homenaje a la patraña que ha llevado al mundo a una guerra interminable en Irak y prestando vasallaje al actual presidente de Estados Unidos, que no duda en manipular las informaciones estratégicas que recibe ni en desengañar a la nación que en un momento de confusión votó por él. Es en alguna forma el homenaje a un presidente cuya capacidad de compasión sube y baja en sentido contrario a su popularidad en las encuestas. El circo para aplacar al pueblo irrespeta la memoria de quienes fueron masacrados el 11 de septiembre y la valentía de quienes ponen en peligro su vida en suelo ajeno.