Muchacho paseador

A mediados de agosto llegó de paseo a la república democrática de Paraguay don Donald Rumsfeld, el de la guerra en Irak. Nada más llegar expresó tenaz preocupación por la suerte que corre la democracia en la vecina Bolivia y la malévola intervención de Fidel Castro y Hugo Chávez para desestabilizar el gobierno más alto del mundo (The Washington Post, 17 agosto) La desazón del Pentágono y sus afiliados, la Casa Blanca y el Departamento de Estado, no proviene de ninguna violación de las instituciones y los ordenamientos constitucionales, ni del peligro de una dictadura militar en La Paz. Les alarma lo que ellos llaman inestabilidad, o sea que la democracia capitalista que predican por el mundo tiene muchas probabilidades de producir la elección de un dirigente indígena, Ivo Morales, como presidente de la república. Ivo Morales, desde luego, no responde a los modelos de líder democrático en boga en Washington y mucho menos si Fidel y Chávez le han ayudado a surgir. A los celosos misioneros del Pentágono les aterra descubrir que los movimientos indígenas han desplazado ya en Bolivia a dos presidentes pro-Estados Unidos mediante movilizaciones democráticas. El colmo de la inestabilidad contra la doctrina de Washington.

Para completar su excursión el secretario de defensa de Estados Unidos visitó otra democracia capitalista en bancarrota, Perú, cuyo presidente con un coeficiente de popularidad de 8 por ciento – comparado por ejemplo con más de 70 por ciento del hijo pródigo de Washington en Bogotá – se aferra a la posibilidad de terminar sin tropiezos capitales su período de gobierno.

Durante su periplo sudamericano el abanderado de las tropas liberadoras de Irak mantuvo reuniones de alto nivel con los presidentes de Perú, Alejandro Toledo y de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos. Como su misión consistía en fortalecer la democracia y reducir la inestabilidad en la región, los temas principales de diálogo fueron el adiestramiento y la ayuda militares y la lucha contra el narcotráfico. Se consideró también la forma de neutralizar la maligna intervención de Cuba y Venezuela. Entre otros asuntos, los contactos de los altos cargos sirvieron para recordar a los aliados suramericanos la urgencia de firmar convenios con Estados Unidos para asegurar la inmunidad de los estadounidenses ante la Corte Penal Internacional. Para presionar a otros países a conceder ese privilegio a los ciudadanos del pueblo elegido, el gobierno de Washington, con autorización del congreso, ha recortado la ayuda militar a quienes no obedezcan sus instrucciones; no como sanción, desde luego, sino como anzuelo.

La breve gira del héroe de Bagdad por tierras guaraníes e incas dejó en claro que debe haber evidencias de la intervención nociva de Fidel y Chávez en los asuntos internos de Bolivia y quizás en los de otros países de la zona. Más evidente aún es la obvia, abierta y nociva injerencia de Estados Unidos en América Latina, de la cual el muchacho paseador fue buen ejemplo. Con lo bueno que sería que unos y otros nos dejaran solos.

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