Otra mentira

La separación de los poderes es un principio esencial de la democracia. En muchos países que dicen practicarla tal separación no existe. El ejecutivo mezcla sus labores con el congreso y con los jueces y los manipula, de manera que son cómplices en el gobierno de la sociedad. Su independencia teórica es mera ficción.

Empezando por las dos ramas del poder en apariencia independientes por ser electas en votaciones diferentes, la ejecutiva y la legislativa. El presidente suele ser la fuente principal de cabildeo ante los legisladores. La ley patriota en Estados Unidos con todo su potencial de espionaje doméstico y de arbitrariedad jurídica surgió con la presión definitiva del presidente Bush, de la misma manera como han sido generadas las legislaciones en detrimento del ambiente, a favor del libre comercio, las rebajas discriminatorias de impuestos y tantas otras de aparente menor cuantía. Los comandos presidenciales se comunican a través de la jerarquía republicana en el congreso, que ahora es mayoría de manera que muchas decisiones parlamentarias son de hecho edictos presidenciales.

Otros países de democracia ejemplar utilizan el mismo procedimiento de presión. En Colombia, por ejemplo, el presidente Álvaro Uribe Vélez ha dedicado buena parte de lo que él considera su primer período de mando a empujar en el congreso la reforma constitucional que permita su reelección. Sin perjuicio de crear un conjunto jurídico controversial que pretende lograr justicia y paz.

El caso más triste es el del poder judicial, que nadie pretende calificar de independiente. La renuncia de la magistrada Sandra Day O’Connor fue presentada, como lo han sido las de quienes le antecedieron en retirarse de la Corte Suprema, mediante carta al presidente de Estados Unidos. Este, a su vez, propone un reemplazo a su congreso cómplice para mantener la figura espuria de un poder judicial independiente.

Uno de los candidatos cuyo nombre se ha barajado para reemplazar a la renunciante, el señor Alberto González de torturado recuerdo en la Casa Blanca, ha reconocido sin tapujos la verdad de la milanesa. Cuando se le preguntó su reacción a la oposición que su nombre despierta en los sectores extremos de la derecha, el Procurador General anotó que mucha gente no tiene información suficiente sobre los candidatos a la Corte y dijo “Lo importante es lo que el presidente de Estados Unidos piense de mí”. (A.P. 3 de julio) Personaje curioso ese señor González que ha escalado altas posiciones de la mano del ilustre tejano. A sus copartidarios de la derecha no les parece suficiente su amañado criterio sobre la tortura porque no encuentran clara su postura frente al aborto.

En realidad las tres ramas del poder, ejecutiva, legislativa y judicial son rehenes de grupos mal informados y mal intencionados. ¿Será necesario reinventar la democracia? ¿O será más bien cuestión de encontrar líderes rectos de carácter y limpios de acción?

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