Otra vez Bolivia

Un editorial de The Washington Post el domingo 18 de junio afirmó que la comunidad internacional — liderada por Estados Unidos y la Organización de los Estados Americanos – tiene que hacer de unas elecciones con credibilidad la pieza central de su acción política hacia Bolivia.* Curiosa receta: a partir de 1985 ha habido cinco elecciones presidenciales en Bolivia y en cada una de ellas el candidato electo en comicios dignos de crédito ha asumido la presidencia. Los tres primeros completaron su mandato. El cuarto, Hugo Bánzer, renunció en el ocaso de su período víctima de un cáncer terminal y su vicepresidente lo reemplazó. El quinto, Gonzalo Sánchez de Lozada, recogió la cosecha de tan larga tradición electoral y fue forzado a abandonar la presidencia y el país por una rebelión pacífica de los marginados, que el ejército enfrentó a bala. La misma multitud insatisfecha derrocó a Carlos Mesa, el vicepresidente que lo sucedió.

Ahora el periódico de la capital del imperio aconseja que para remediar los males de Bolivia se celebren elecciones transparentes, con la participación de Estados Unidos y la OEA. Es decir, más de lo mismo con el agravante de una no disimulada ingerencia externa en los asuntos internos del país. Accede así Bolivia, desde el hemisferio occidental, a la dichosa categoría en donde están Egipto, Arabia Saudita, Líbano, Palestina entre los más destacados, grupo que soporta las prédicas de la señorita Condoleezza Rica quien en nombre de la democracia washingtoniana proclama sin cesar que fuera de las elecciones no hay salvación.

Pues en Bolivia las elecciones no han resuelto nada y poco han aportado a la solución de los males de la sociedad. Si la comunidad internacional visualiza su proyecto de apoyo a Bolivia como un tema electoral, estará perdiendo el tiempo. Si a más de ello se inmiscuye en procesos que son de la exclusiva responsabilidad de un pueblo altivo y libre desde hace ya tiempo, su contribución servirá para atizar el fuego que se extiende entre todos los excluidos de la sociedad boliviana, que son la inmensa mayoría.

En vez de jugar a las elecciones como lo propone el miope editorial del Post, mejor harían Estados Unidos y la OEA en analizar con objetividad la situación actual de Bolivia y reconocer que las circunstancias se parecen más a las que antecedieron a la revolución francesa que al ámbito filosófico en que nacieron la Declaración de Independencia y la Constitución de Estados Unidos. Lo que Bolivia necesita no son campañas electorales ni urnas electrónicas, sino un revolcón profundo de sus estructuras sociales.

Las naciones del mundo tienen la opción de apoyar el proceso de transformación que las manifestaciones dirigidas por los movimientos indigenistas han iniciado, con respuestas generosas a las solicitudes de asistencia técnica, cooperación financiera y preferencias comerciales que faciliten la adopción de nuevos parámetros. Pueden sobre todo cooperar mediante el reconocimiento de la plena soberanía de Bolivia en la propiedad y el uso de sus recursos naturales.

Ojalá los países ricos superen su necio rechazo de todo lo que descartan porque les huele a revolucionario y renuncien a mantener condiciones que les garanticen subyugar a la periferia bajo el tacón de sus botas. Un mundo más igualitario sería mejor para todos.

*“The international community – led by the United States and the Organization of American States – must make credible elections the center piece of an active policy for Bolivia.”

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