Carta abierta a Laura Bush

Estimada doña Laura:

Déjeme que le diga señora, la misión que usted emprendió tan sonriente y acicalada, era imposible. La metieron a mejorar la imagen de Estados Unidos en el mundo árabe pero a nadie se le ocurrió explicarle que en ese y en cualquier mundo la imagen es reflejo de la realidad. Las percepciones no surgen así como así doña Laura, proyectan el rostro genuino del cual provienen.

Usted vería, señora, que la gente en Jerusalén tiene una imagen de Estados Unidos muy distinta de la suya y por eso la chiflaban a usted. Lástima que después usted se haya metido a egiptóloga comprando la imagen de Mubarak que les gusta en la Casa Blanca y desatara la ira de la oposición. Cuando usted o su marido se salen del guión se les complica la vida porque ustedes no saben navegar sin brújula.

No se deje embolatar, doña Laura. No hay muy buen ambiente para Estados Unidos hoy en día porque ocurren cosas que a nadie le gustan. Al “resto del mundo” le ofenden las noticias de torturas a los prisioneros y de arbitrariedad en el tratamiento de los sospechosos, la carnada de una democracia impuesta por las tropas de ocupación, esa amistad con Arabia Saudita que huele feo, a petróleo y a dólares.

Estas cosas de la imagen tienen muchos bemoles, doña Laura. Mire lo que pasó a su ilustre cónyuge cuando apareció en Calvin College, en Michigan, para leer la alocución en la ceremonia de fin de año en una universidad cristiana de filosofía y letras. La bienvenida que allí le dieron a don George W. consistió, entre otras cosas, en una carta firmada por la tercera parte de los profesores quejándose que su gobierno haya desatado una guerra innecesaria e injusta en Irak y un aviso publicado en el periódico local con más de 800 firmas protestando la política de guerra, de erosión ambiental y de rebajas discriminatorias de impuestos que el ilustre tejano ha propiciado. Cuando llegó la hora de leer el discurso tan bonito, con esa carita de querer comprenderlo todo y no entender nada que tiene el presidente, el ambiente cambió y 900 estudiantes y profesores corearon grandes elogios de su marido, dizque hasta le gritaban ¡Bombón! (cutie pie), señora Laura. Las malas lenguas dicen que cuando don George W. lee, la audiencia ha sido seleccionada con anticipación y gran cuidado. Cuestión de imagen. Usted que tiene el privilegio de conocerlo bien sabrá cuál es el verdadero líder del mundo libre, si el cordero despistado del discurso o el aventurero irresponsable de Bagdad.

Y como si hiciera falta ayuda hay que ver cómo colabora el equipo de la reserva. Mientras usted andaba de paseo fuera del mundo libre con el asunto de la imagen, por ejemplo, un tal Bob Erlich, gobernador de Maryland, vetó de un trancazo 24 leyes aprobadas por la asamblea del estado. Destruyó de un plumazo, entre ellas, una que reconocía el derecho de parejas del mismo sexo que se registraran ante el estado a visitas en el hospital y a decisiones sobre asuntos médicos. Dijo en su infinita sabiduría que el registro establecido por la ley abriría la puerta para que se menoscabe la santidad del matrimonio tradicional. Tumbó también el aumento de un dólar en el salario mínimo explicando que los patronos tendrían que trasladar ese incremento a los consumidores, o echar gente para disminuir el costo. Una de dos, estimada señora Laura: o usted encuentra la fórmula para disfrazar tales exabruptos, o esta es la imagen que quieren que usted divulgue.

Lamentando, doña Laura, dudar del éxito de su misión, me suscribo sin embargo su atento, respetuoso compatriota.

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