Contra la tradición y la historia, contra la prepotencia de la Casa Blanca y la parlanchina secretaria de Estado, la OEA tiene un Secretario General que no es el candidato impuesto por el gobierno de Estados Unidos. De hecho, el señor José Miguel Insulza fue el candidato de una parte de América Latina, la más auténtica y genuina, a quien Washington se opuso con firmeza y sin éxito, patrocinando dos candidaturas adversas a la del ministro chileno. Su elección desmiente la sabiduría convencional según la cual la secretaría general es un puesto asignado al favorito de Washington.
El efecto inmediato de tan irrespetuosa elección puede ser positivo. La política hemisférica de la administración Bush ha tenido dos objetivos primordiales. El primero, sabotear la alianza Cuba-Venezuela, intento que está llamado a fracasar teniendo el cuenta el superávit intelectual del comandante y la fluencia petrolífera del teniente coronel. El segundo, asegurar la fidelidad de un aliado sumiso, que liderado por el presidente Álvaro Uribe Vélez ha convertido a Colombia en el tercer recipiente de ayuda militar estadounidense.
El revés en la OEA podría moderar la política latinoamericana del grupo Bush. En los discursos protocolares que se acostumbran después de la elección del secretario general, un funcionario de segunda fila del gobierno republicano, Roger Noriega, ofreció pleno respaldo al enemigo electo y prometió promover un hemisferio unido. Si fuera verdad deberían cesar los intentos fallidos de imponer la voluntad del imperio en su área de influencia y emprender en serio un esfuerzo de comprensión y apoyo mutuo.
La posibilidad de que esto ocurra, sin embargo, es bien remota. El presidente Bush y sus inmediatos secuaces creen que América les pertenece. Así por ejemplo en estos días ha circulado la versión de que Condoleezza Rice, la encargada de las relaciones exteriores, ofreció al gobierno de México, a cambio del retiro de su canciller como candidato a la secretaría general, la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo cuando el actual titular se retire. Suena un poco inverosímil, porque Estados Unidos no es el único socio ni el dueño del banco. Por otra parte, es necesario recordar que el grupo Bush ha impuesto como presidente del Banco Mundial a un individuo avezado en cuestiones de guerra pero analfabeto en asuntos de economía y cooperación para el desarrollo. Suelen salirse con la suya.
Con independencia de la actitud de Estados Unidos, el señor Insulza procede de una nación con arraigados principios de libertad, respeto a la persona humana y solidaridad latinoamericana. Tiene también una ideología propia, fogueada a través de muchos años y diversas circunstancias, que no es la postura doctrinaria de Bush y los suyos.
A mediados de la década de los años sesenta, el gobierno de Chile que era entonces una democracia ejemplar en la región, impulsó una revisión profunda del sistema interamericano que por desgracia se esfumó más tarde en largas sesiones infructuosas en Lima. Es de esperar que el nuevo secretario general no se pierda en revolcones inútiles que sólo dejan las cosas peor de lo que están y se dedique en cambio a detectar y engrosar las raíces de lo que puede llegar a ser una institución relevante en el futuro.
La presencia de un hombre independiente, con una trayectoria ajena a las claudicaciones frente a los poderosos abre un compás de espera inesperado para una organización tal vez todavía rescatable, aunque en apariencia moribunda.