El Toro y la Coca Cola

La imagen del toro que adorna las carreteras españolas y que es en última instancia estampa publicitaria de una firma comercial, se ha convertido en sello turístico de la nación y aparece en múltiples formas de imán, llavero, cartel, adorno de camisetas en testimonio de españolismo. En Estados Unidos, el equivalente del toro de España es la coca cola. Otro invento comercial que ha dado la vuelta al mundo y que asocia al país más poderoso con una bebida que ha construido un imperio industrial bajo su nombre.

Es intrigante la escogencia del toro de lidia como símbolo espontáneo del pueblo español. La imagen gloriosa del animal en pleno auge de su existencia sugiere la capacidad de mando y la fuerza anímica que España desplegó hace siglos y la convirtió en cabeza de un imperio en cuyos dominios no se ponía el sol. El toro bravo, sin embargo, lleva en su nobleza y su mandato el germen fatídico de su propia destrucción. El toro de casta está condenado a morir en la plaza, humillado en la lidia que contribuye a crear. ¿Será el toro emblema de la ambición de España, o de su venida a menos, o de su afán de renacer? ¿Será tal vez símbolo de la contradicción que caracteriza el alma de los españoles?

La coca cola ha conquistado pueblos y pueblos en forma más dinámica y aplastante que los ejércitos de las grandes potencias y ha contribuido más que cualquier otro factor táctico a establecer el dominio de Estados Unidos sobre la tierra, tarea en que más tarde la han acompañado McDonald´s, Starbucks y Burger King. El simbolismo de la coca cola como bebida nacional es mucho menos ambiguo que el del toro de lidia. La coca cola es un producto aglutinante, destinado a nivelar por lo bajo y a crear una adicción incontrolable al libre mercado y la economía de empresa. El imperio de Washington es en esencia una gran corporación de ganancias monetarias así como el de España fue por definición una grandiosa empresa idealista.

La afición a los toros es manifestación de esa asombrosa persistencia de lo tradicional que define el proceso de desarrollo español de las últimas décadas, un rasgo cultural que parece contrario al progreso, como lo parecen también las inmensas y aparatosas procesiones de semana santa y aún las ferias que alumbran de tanto en tanto a numerosas ciudades de la península. Todo ello simboliza la capacidad de modernización sin destruir lo antiguo, mezcla asombrosa que define la estructura de la sociedad española contemporánea.

La coca cola no tiene tanta variedad de expresión. Su alcance se limita a mantener bien definidas las fronteras del poder económico. Los inventores y los dueños de la bebida universal son también propietarios del mercado global. Los estadounidenses no tienen que preocuparse del pasado, porque no lo tienen y pueden así destinar su presente a labrar el futuro de penetración de mercados y explotación de materias primas.

El toro y la coca cola recorren dos caminos distintos hacia el destino humano, por rutas que han existido desde hace siglos y milenios. Alguna generación del porvenir habrá de ser testigo del triunfo del idealismo o del concepto pragmático de la vida. Por el momento, aunque el poder del dinero tiene mucha más fuerza que el del espíritu, es oportuno apostar al sueño y al ideal por encima de la abundancia y la prosperidad. Pero nunca es tarde para testimoniar y temer el empuje de lo material, el embrujo de la tecnología y la comodidad del poder.

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