La doctora Rice, secretaria de estado de Estados Unidos, acaba de hacer su debut diplomático en Latinoamérica, visitando a México para preparar el encuentro de los presidentes de ese país y del suyo con el primer ministro de Canadá. La alta enviada del imperio desempeñó con lujo de competencia su tarea, encaminada a mejorar las relaciones con el país vecino.
La señorita Rice, quizás sin darse cuenta, incurrió sin embargo en dos errores garrafales implícitos en el lenguaje utilizado. Elogió, por ejemplo (The Washington Post, 11 de marzo de 2005) a México como “un cuento admirable” (a remarkable story) y agregó que “ha hecho gran progreso” (it has made great progress) Por debajo de su piel de oveja la especialista en temas de la Unión Soviética dejó asomar la del lobo. La referencia a un cuento admirable para definir la trayectoria en un país es expresión típica del paternalismo que caracteriza a la mal llamada diplomacia estadounidense. Nadie osaría referirse a la superpotencia como una historia luminosa, la descripción sólo es aplicable a los países pequeños, es como la felicitación de la madre a su niño por haber aprobado el curso.
Tampoco fue afortunada la referencia al gran progreso hecho por México, ligado en apariencia en los procesos mentales de la señorita secretaria de estado con los escasos años de gobierno del presidente Fox y de amistad intermitente con el presidente Bush. El progreso de México es una historia milenaria que en el siglo XX culminó con los gobiernos del PRI, organización de mal recibo en Washington.
En el diccionario del departamento de estado se define progreso como el proceso de absorción de la cultura estadounidense. Mal momento el escogido por la hábil embajadora del Norte para inducir a nadie a parecerse a la democracia de Estados Unidos y menos que nadie a los mexicanos que han sido el dique cultural que defiende a América Latina de la incursión anglosajona. La coalición proclamada por el señor Bush en su guerra de Irak se desploma ante la evidencia de un repudio universal. Italia, el aliado más sumiso anuncia y “desanuncia” la retirada de sus tropas, mientras se retiran Holanda y Ucrania y lo sugiere Polonia. Tres países europeos, Alemania, Italia y Suecia, investigan la participación de la presunta agencia de secuestros de Estados Unidos (CIA) en el apresamiento arbitrario de sospechosos de terrorismo en sus territorios (El País, 16 de marzo) A la ex ministra sandinista Dora María Téllez que defendió a Nicaragua en la guerra de los Contra, le ha sido negada una visa para enseñar en la Universidad de Harvard y se la ha catalogada de terrorista (El País, 16 de marzo) mientras el señor John Negromonte que fue un actor de reparto en esa misma guerra en el frente opuesto ha sido nombrado jefe del espionaje estadounidense. Ocurre siempre en las guerras: los que se creen vencedores son héroes, los vencidos parias. El senado se apresta a quebrar la libertad parlamentaria de la minoría demócrata. Desde cuando se destapó la deplorable verdad de abuso y tortura en las cárceles de la guerra contra el terror, han surgido con impresionante frecuencia nuevos episodios que minan la fe en la clase de democracia que practica el gobierno del señor Bush.
Resulta contradictorio que quienes amenazan con imponer la democracia por el mundo reincidan en mancharla en su país. Lo mismo ocurrió a principios del milenio anterior, cuando las cruzadas fueron emprendidas en nombre de una religión predicada por papas no siempre ajenos a turbias intrigas terrenales.