Las Vélez, tías de mi madre, fueron expertas en atenuar penas ajenas. Ya no están en boga pero por entonces se vendían sufragios de misa a dos pesos cada uno y de oración a peso, unas tarjetas que se mandaban de acuerdo con la importancia del difunto. También vendían caramelos rojos, blancos y amarillos. Ana y Elenita, que así se llamaban eran dos viejecitas enjutas, casi incorpóreas y listas a mandar las almas de los parroquianos bien acompañadas al otro mundo. Las Vélez fueron antecesoras de la secretaria de estado designada, la doctora Condoleezza Rice a quien prefiero llamar, por el papel que le tocará desempeñar, Condolencia. Ha sido escogida por el Reelecto porque siempre le dirá que sí y para que vaya y enamore a los líderes de la Vieja Europa, que no doblan el lomo al emperador. ¿Pero acaso caerán en las redes de la emperatriz? Es Ph.D. experta en Rusia (o más bien, a juzgar por su edad en la Unión Soviética) y tendrá a cargo la menuda tarea de lidiar con Putin, ese dictadorcillo del Este en cuyos ojos vio Bush el reflejo de un alma buena y noble. Otro más de su colección de amigos personales con los cuales gobernar el mundo.
El abogado (de bolsillo) Alberto Gonzales recibe el pesado encargo de no dejar sentir la falta del gran inquisidor John Ashcroft, huido a buen retiro. El nuevo zar de la ley tiene dos cualidades admirables: su capacidad de dar contenido jurídico a las más disparatadas opiniones de su amo y su apellido que lo convierte, por arte de magia, en lámina de propaganda de la “minoría” Hispana. Uno solo no era suficiente ni el ancestro mexicano bastaba. Por eso el secretario de comercio será otro Hispano, de origen cubano, exitoso en los negocios, a diferencia del presidente. Se llama Carlos Gutiérrez, muy conocido entre los accionistas de Kellog. Suficientes para el orgullo hispano.
El señor Bush habla mucho de educación sin haber aprovechado a plenitud las oportunidades educacionales que su apellido le brindó. La nueva secretaria de educación Margaret Spelling (Margarita deletreando) será otra de sus fervientes admiradoras y obsecuentes servidoras, como lo ha sido en su calidad de asesora presidencial.
Abrigado así por personas dispuestas a apoyar todas sus salidas y todas sus entradas, el regalo de Tejas a la humanidad se lanzó en una pequeña aventura psicológica, resolvió encomendar la seguridad de la nación a un ex policía de New York, Bernard Kerik y encargó al ya citado Gonzales investigar sus antecedentes con tan mala suerte que el futuro fiscal general no encontró problema alguno y el señor Kerik se vio obligado a pedir al presidente que retirara su nombramiento debido a los esqueletos en su pasado.
Para coronar con gloria el proceso de selección de sus inmediatos servidores, el presidente de Estados Unidos reiteró su profunda admiración por Donald Rumsfeld, cerebro cívico-militar de la guerra en Irak ignorante de hasta donde llega la responsabilidad de los que mandan y le pidió seguir sirviéndolo como secretario de defensa.
La sabia selección presidencial le permitió, después de atender a las necesidades de las minorías, las corporaciones y las fuerzas armadas, dar oportunidad de servicio a varias personas trabajadoras y honestas, muchas de ellas de origen humilde y todas anglosajonas.
Se rodea así el señor presidente de gente seria y dedicada, lista a ser eco de sus caprichos y dispuesta a intentar dar forma a sus pensamientos inconexos.