Cual Madre Patria

Siempre me ha fastidiado el remoquete que se da a España, “La Madre Patria”. No encuentro que la conquista de América fuese maternal y sus colonias de allende los mares hace tiempos despertaron para afirmar sus propias identidades, bien distintas de las ibéricas. Hasta la distancia del lenguaje que nos une es tan ancha como el mar que nos separa.

Tampoco me hago eco de quienes, muchas veces con finalidades políticas o de ventaja personal, achacan a los españoles la culpa de los males que nos aquejan. En igual forma que nuestros éxitos, los fracasos son de nuestra propia responsabilidad y nada se gana con buscar en la historia un chivo expiatorio ficticio.

He admirado siempre, eso sí, el carácter del pueblo español, su quijotismo inacabable, su estoica generosidad, su pragmatismo indomable, la mezcla de contradicciones que forman la historia y el presente de ese país único. Allí está, para admiración de quienes queremos a España, esa nación capaz de acceder a la modernidad sin traicionar la tradición y de asimilar la democracia sin destruir las jerarquías.

La política de inmigración adoptada por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero es nueva muestra de la cualidad que permite a España asumir soluciones radicales en conflicto con arraigadas actitudes sociales. La sociedad española tiene fuertes tendencias discriminatorias. Los inmigrantes de diversos orígenes son considerados intrusos indeseables por muchos ciudadanos españoles y se les conoce con gentilicios despectivos. Los crímenes cometidos por personas de grupos étnicos diferentes de la matriz hispana o por aquellos cuya presencia en España es ilegal –los llamados “sin papeles”—se despliegan en la prensa con mucha mayor prominencia que los delitos de los locales. Los lugares de reunión de los expatriados son mirados con desprecio y temor por quienes pasan por allí. Cuando consiguen trabajo reciben remuneraciones irrisorias. Hay anuncios en los medios de publicidad que acogen esa discriminación absoluta, he leído por ejemplo en un periódico local avisos de pisos que se arriendan en donde se advierte que los colombianos no deben solicitarlos. En pocas palabras, la Madre Patria trata a los sin papeles sin ningún calor maternal.

La política de inmigración propuesta por el gobierno español, que deberá entrar en vigencia el 30 de enero de 2005 es un vuelco notable de percepción del tema migratorio y de la forma de afrontarlo. Con ciertas condiciones y dentro de plazos que algunos consideran estrechos, quienes hayan vivido en España por determinados períodos (entre más de seis meses y más de dos años según el caso) no tengan antecedentes penales y desempeñen un trabajo legítimo podrán regularizar su situación migratoria y residir en España.

El enfoque del gobierno de Zapatero es bien generoso en comparación con los de otros gobiernos y tiene la gran ventaja de una estructura concreta de aplicación inmediata en lugar de una sarta de frases con intenciones políticas.

Claro que la nueva legislación española no solucionará los problemas derivados de las migraciones incontroladas desde el Sur a los países ricos del Norte, procedentes de la inequidad de la economía internacional y cuya superación no depende de las decisiones y las políticas de un solo país. Pero en este caso España ha dado muestras de tener instintos maternales y podrá convertirse, para los “sin papeles” en la Madre Patria tan abusada por los historiadores y los poetas.

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