En la boca del lobo

En la inigualable Sevilla, tan andaluza y tan española, en su estadio de La Cartuja los tenistas peninsulares (insulares más bien porque los protagonistas son de Mallorca) conquistaron ante 27.000 espectadores el domingo 5 de diciembre la Copa Davis, máximo galardón de su deporte derrotando a lo que un aficionado ibérico calificó con buen humor de “la bestia americana”.

Ese mismo domingo El Tiempo de Bogotá publicó segmentos de un duro editorial de The Wall Street Journal, el Pravda del capitalismo, contra el gobierno español junto con algunos comentarios desorbitados de funcionarios del Departamento de Estado. Las críticas a Rodríguez Zapatero y a su equipo de gobierno se refieren tanto a lo que han hecho como a lo que han dicho. Entre lo hecho, no haber invitado a Estados Unidos, pero sí a Francia al desfile del día nacional –el anterior presidente del gobierno español el ínclito don José María Aznar, íntimo amigo del señor Bush que lo llama con su propia versión mi amigo Ansar había invitado a Estados Unidos y no a Francia; haber aconsejado, por boca del propio presidente del gobierno a los aliados de Estados Unidos salir de Irak—en apariencia es legítimo convidarlos a entrar pero no a salir. Entre lo dicho, según el ministro de defensa de España su nación no se arrodilla ante nadie, comentario ofensivo para los genuflexos y para quien provoca su reverencia; el de asuntos exteriores contó que el gobierno de Aznar apoyó un fugaz derrocamiento de Chávez en Venezuela—hay cosas que se saben pero no se dicen.

Destaca el comentario de un Roger Noriega, funcionario de segunda fila del Departamento de Estado y viejo protegido del amable ex senador Jesse Helms, quien dijo que España se humilla para conseguir la libertad de unos pocos presos políticos en Cuba. Seguro que los presos políticos y las organizaciones de derechos humanos no están muy de acuerdo con Noriega.

Los españoles de carácter suelen decir las cosas tal como son, lo cual no es de buen recibo en la trabada situación diplomática del siglo XXI ni en los pasillos de la Casa Blanca donde habita el gran manipulador de la verdad. Pero los hechos hablan más fuerte que las palabras.

El mismo domingo de marras (elmundo.es, 5 de diciembre) proseguía el viaje del ministro de asuntos exteriores de España por tierras enemigas de la civilización cristiana cuya defensa ha asumido con tanta energía y sentido de humor el señor Bush. Las andanzas de Moratinos se ocupaban de exponer de manera formal la iniciativa de José Luis Rodríguez Zapatero sobre una alianza de civilizaciones, idea acogida con interés por los países árabes, que establecieron en El Cairo con el ministro español un grupo para impulsarla. Con esto desde luego Zapatero y Moratinos se han metido en la boca del lobo. ¿Cómo atreverse a buscar la paz entre israelitas y palestinos cuando el señor del gran poder hace cuatro años está rumiando su jugada y la mantiene entre la manga? ¿A quién se le ocurre, sino al presidente despistado de gobierno de un país pequeño que ni siquiera habla inglés, abrir el diálogo con los enemigos cuando lo correcto es arrasar al enemigo? No se dan cuenta los herederos de Don Quijote que ahora las cosas se arreglan a los guarapazos, sin necesidad de usar la inteligencia. Ni se puede hacer alarde de algo tan peligroso y pasado de moda como es la paz.

En Sevilla de ensueño, mora y gitana, casa de la Macarena y de Jesús del Gran Poder, ciudad abrazada por el Guadalquivir, en su estadio de La Cartuja los tenistas españoles se han alzado con la Ensaladera.

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