Embrujo de la Fuerza

Andy Roddick finalista en el campeonato de tenis de Wimbledon se jactó de su fuerza, la única ventaja que creía tener sobre su contendor Roger Federer y declaró que tendría que sacar la mugre a la pelota (The Washington Post 4, de julio) En la final femenina, Serena Williams trató de imponer una lección de fortaleza y agilidad. El equipo griego de fútbol se enfrentó por el campeonato europeo a una escuadra portuguesa muy superior, lista a derrotarlo. En la película Fahrenheit 9/11 hay escenas de la primera noche de la guerra cuando se bombardeó a Bagdad, un despliegue espectacular de poderío.

Roddick reveló en la cancha el armonioso poder de sus golpes y su presencia y durante un rato logró descontrolar a Federer, quien recobró poco a poco el dominio del partido, con menos dosis de fuerza y muchas más de ingenio. La inteligencia pudo más que la demostración agresiva de poder, como había ocurrido la víspera cuando Maria Sharapova, una rusa ingeniosa y decidida se sobrepuso a la fibra y a los golpes devastadores de Serena Williams.

Liderados por jugadores de reconocida fama internacional, los portugueses se apoderaron del campo de juego y asediaron a una defensa griega invulnerable, que siguiendo un guión rígido y constante permitió que sus delanteros marcaran el único gol y convirtieran a Grecia en el más sorprendente campeón.

El deporte no es sólo parte de la vida, sino uno de sus aspectos más interesantes. El 3 y el 4 de julio fueron días luminosos, cuando la capacidad mental triunfó sobre el músculo y la energía, los que sin duda se desquitarán en otras oportunidades.

Lo de Irak fue del todo distinto. Allí brilló la fuerza y arrasó con todo lo que encontró. Las huestes del señor Bush respaldaron con hechos sus palabras y conquistaron el país de Sadam Husein de quien el presidente de Estados Unidos había dicho que constituía un peligro inminente para la seguridad mundial. Es tan poderoso el embrujo de la fuerza que muchos siguen creyendo en la amenaza conjurada de Husein, aún después de ver la deleznable capacidad de sus tropas y de husmear sin éxito por sus presuntas armas de destrucción masiva. Grupos insurrectos amenazaron la estabilidad del Irak de Bush, pero el ejército conquistador logró aguantar el impacto y el gobierno de los invasores pasó a mandar entre bambalinas cuando se redescubrió la soberanía iraquí.

En ese otro aspecto de la vida, la guerra, la fuerza como es de esperarse se apuntó un triunfo espectacular. Ahí la lucha a brazo partido la gana el más poderoso. El triunfo, sin embargo, fue incompleto. La avalancha prepotente no trajo la libertad ni la democracia, los dos regalos que Bush prometió a Irak y al mundo. La misión de los batallones no es brindar libertades cívicas ni crear sistemas democráticos, sino a lo sumo ayudar a preservarlos.

La fuerza seguirá siendo factor primordial en la historia como potencial de cambio. Pero la evolución histórica no se produce si no está presente la acción del espíritu humano. En la Segunda Guerra Mundial los ejércitos invasores de Europa aniquilaron la peste del nazismo y el fascismo. Pero el mundo que hoy habitamos no podría haber surgido sin la generosidad de los estadounidenses y la tenacidad de los europeos. El desembarco en Normandía hubiera sido incompleto en consecuencias si no hubiera llegado la propuesta redentora del Plan Marshall.

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