El yugo de la ley

Mientras el Viejo Mundo (como se le llama por su contribución a la historia de la civilización) o la Vieja Europa (como la llama por ignorancia el señor Rumsfeld, secretario de guerra del clan Bush) insiste en labrar un imperio de la ley, en otras partes del mundo se pone de lado el orden jurídico como si fuera un estorbo o se llama a las cosas por nombres que no son suyos para disimular la ilegalidad. La aprobación por los mandatarios de los 25 países de la Unión Europea del Tratado Constitucional, contrasta con la fecha del 30 de junio, día de la presunta transferencia del poder en Irak.

La constitución europea inicia ahora un camino arduo porque su vigencia depende de la ratificación parlamentaria o de referéndum favorables en cada uno de los países miembros, aceptación que se espera lograr en el año 2007. Representa además un triunfo sobre los intereses y los motivos que dividen a los pueblos. El germen de la UE fue la segunda guerra mundial, el enfrentamiento frontal de varios de los países que hoy persiguen un destino común. El acuerdo de los mandatarios europeos en Bruselas es una expresión clara de los mejores rasgos que les impulsan a afrontar un experimento arriesgado y costoso: la construcción de un orden jurídico común, suficiente para asegurar la agrupación y flexible para mantener la identidad de las naciones que lo acogen.

El 30 de junio tendrá lugar lo que se ha dado en caracterizar como la transferencia del poder al gobierno provisional de Irak. Cuando estudié estas cosas, el poder de gobernar se ejercía en nombre de la soberanía que era, en esencia, la capacidad para decidir por sí mismo, sin injerencia externa. En aquel entonces soberanía era un atributo del Estado, esencial e indivisible. No había soberanías a medias. Gobierno era el encargado de dirigir la sociedad, elegido o tolerado por el pueblo o impuesto a este por la fuerza. Lo que fungirá como gobierno provisional iraquí es un grupo de personas procedente en su mayoría de un Consejo de gobierno creado por Estados Unidos, y escogidas de nuevo entre los consejeros por Estados Unidos con participación aparente de la ONU. La soberanía que recibirán no es plena. Estará limitada por la presencia masiva de tropas extranjeras que participaron en la liberación de Irak, por las actividades de grandes empresas financiadas por el gobierno libertador y por la embajada estadounidense mayor del mundo encabezada por el señor John Negroponte, con antecedentes en Honduras, cuando Irán-Contras.

La fecha del 30 de junio no es casual. No es el momento en el cual Estados Unidos devuelven a los ciudadanos de Irak un país democrático y libre, como pretende hacerlo creer el señor Bush. Tampoco es el día de la bandera, o la festividad de San Pedro y San Pablo. Ni es probable que se convierta en el día nacional. Es apenas un día conveniente, dentro de la campaña electoral estadounidense, para zafarse un poco del fiasco que han sido la guerra y la posguerra en Irak y alegar con cierta desvergüenza que por obra y gracia de la visión del señor Bush se ha convertido en territorio libre y democrático.

Son formas distintas de practicar la democracia y definir la libertad. Los europeos, que tienen dura experiencia histórica de dictadura, han aprendido a respetar el derecho ajeno y defender el propio por medios racionales. El experimento democrático en Irak, que viene también de una tiranía cruel, es el trasplante de las costumbres del vencedor en la guerra contra el sátrapa. La democracia europea es auténtica, la de Irak impuesta. Nadie pone en duda el ambiente de libertad en que se vive en los países de la Unión Europea. Los ciudadanos de Irak gozarán, en el mejor de los casos, de libertad vigilada.

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