La guerra con sus muertos, sus torturados, sus decapitados, sus fanáticos religiosos, sus demócratas extremistas, sus ciudades destruidas, sus campos devastados, acapara toda la información y demanda todo el interés. Quedan por explorar otros temas, por ejemplo: ¿Cuál habrá sido el motivo por el que don Vicente Fox, el primer charro mexicano, retiró su embajadora en La Habana y expulsó de los Estados Unidos de México al embajador de Fidel? ¿Qué pretendería el cuate de Los Pinos con gesto tan vacío como espectacular?
La prensa achaca el incidente diplomático al discurso pronunciado el 1 de mayo por el presidente de Cuba, en el cual atacó a los de México y Perú por el voto en contra de su país en la comisión de derechos humanos de las Naciones Unidas. Hubo además antecedentes relacionados con el tratamiento que el gobierno de La Habana dio a un exilado mexicano que contaba una historia de corrupción e intrigas que socava las bases de transparencia y juego limpio sobre las cuales el señor Fox pretendió construir su campaña exitosa contra setenta años de dominio del PRI. El motivo clave del brote de vapuleada dignidad de don Vicente Fox fue, sin embargo, el ridículo en que lo puso Fidel hace ya tiempo cuando divulgó conversaciones telefónicas en las cuales lo urgía a retirarse de la Cumbre de Monterrey y a salir de México antes que llegara allí el presidente de Estados Unidos de Norte América, para evitar la menor contrariedad al de Texas. Don Vicente, tan soberbio como es, no perdonó el desaire y tomó desquite.
Acompañó en la retirada diplomática de La Habana el presidente constitucional de Perú, que ostenta la distinción de ser el mandatario latinoamericano más cercano a conseguir un índice de aprobación popular negativo. Arropó a los dos líderes el prestigioso general secretario de estado de Estados Unidos de Norteamérica, don Colin Powell quien sin que nadie se lo preguntara afirmó en una conferencia sobre la región que la respuesta de México y Perú había sido apropiada
No cabe dudar de las buenas intenciones del Eje Lima-México, ofendido por las injurias del comandante cubano. Toledo y Fox no buscaban sólo restañar viejas heridas ni restaurar su buen nombre tan puesto en duda por el discurso de Fidel, o reafirmar su independencia de Washington. Tenían ideales más elevados y altruistas: contribuir a la lucha por la democracia, al combate contra el terror, a todas las nobles aspiraciones que han llevado al mundo, por ejemplo, a la guerra de Irak. Suyo es el deseo de aislar a un tirano, estrangular por medios diplomáticos y civilizados a un dictador sanguinario y peligroso, llevar por fin al paredón a uno de los últimos reductos del marxismo-leninismo en occidente.
Mientras don Vicente se divertía moviendo fichas de ajedrez diplomático, su carnal George W. recibía uno de esos mamotretos que nunca lee, un informe de quinientas páginas preparado por una de sus comisiones presidenciales, proponiendo que se desequilibre el plan cubano de sucesión en el poder, para que ido Fidel un prodigio democrático redima la patria de Martí.
Olvidan los Foxes, los Toledos, los Powells, los Bushes, tan importantes todos, la evidencia histórica. Han pasado 42 años desde cuando el nombre de Cuba fue fusilado en la OEA, más de cuatro décadas de embargo estadounidense, de aislamiento internacional con contadas excepciones como México. Los principales resultados de tal alharaca anti-castrista han sido el empobrecimiento del pueblo cubano y la consolidación de Fidel en el poder. Su efecto secundario, atrapar votos a favor de algunos presidentes que explotan los sentimientos de la colonia cubano-americana de Miami.