Hace tiempos España no recibía una distinción tan alta en el campo deportivo o en el ámbito internacional como la conferida al inefable señor José María Aznar cuando se le destacó como Estadista Mundial, título que lo igualó en merecimientos, por ejemplo, al pícaro de Silvio Berlusconi con la diferencia de que nadie ha sugerido que don José María sea ladrón. El calificativo conferido por una ONG (tan desprestigiadas) de Nueva York al presidente del gobierno español tiene mucho más valor que el Oscar a la mejor película extranjera, la concha de plata del Festival de Cine de San Sebastián al mejor actor, el balón de oro al futbolista del año o los Premios Príncipe de Asturias en cualquiera de sus denominaciones. Es la culminación de una vida ejemplar de servicio público, aunque nadie sepa de donde salió la autoridad de la ONG para graduar a los estadistas con calidad mundial.
Recibiendo el premio, vestido de corbata negra y con amplia sonrisa bajo el tupido bigote, el presidente del gobierno español fue la imagen perfecta del paladín de la democracia y el campeón de la tolerancia a quien se refirieron los generosos donantes del trofeo. No hay duda acerca de su visión de estadista en el campo global. Su valentía al plegarse a la voluntad del dueño de las cosas, el presidente de Estados Unidos George W. Bush con motivo de la guerra de Irak, no tuvo par. Con sentido peculiar de lo democrático, el inefable don José María desafió la opinión del 80 por ciento de sus compatriotas en un rasgo de primera fila de luneta, para acompañar a su nuevo jefe.
Y con suerte: ahora los del primer equipo creen que la invasión ilegal de Irak ha recibido la bendición póstuma de las Naciones Unidas y sus grandes abanderados, Bush, Blair y Aznar están listos a ser entronizados como paladines de la civilización. España, de riqueza cuestionable, será el cuarto mayor contribuyente a paliar el destrozo de Irak.
Tolerante ha sido en sus largos años de gobierno, pero intolerante con el error, siguiendo la gloriosa tradición histórica de la Santa Inquisición Española. A los irracionales individuos de la oposición los tilda de ignorantes y hombres y mujeres de mala fe. Ha dado así ejemplo, en el ejercicio del poder, de tolerancia plena con los amigos e intolerancia total con los enemigos, tal vez por eso congenia con el presidente de Estados Unidos, uno de cuyos pasatiempos favoritos es agrupar a los países y sus gobernantes en orden de lealtad a la causa del terrorismo.
En el frente doméstico, la cohesión de España no ha naufragado y la economía le ha sido propicia. Pero el avance que lo llevará a la historia, aunque debido en forma directa al alcalde de Madrid, puede en efecto adjudicarse al jefe del gobierno porque el funcionario municipal milita en el Partido Popular (PP) y el PP a su vez pertenece al presidente Aznar. Prueba de ello, el señor Aznar designó a su sucesor estilo PRI en otra demostración de democracia autoritaria.
La capital de España competía con París, entre las grandes ciudades conocidas, en la abundancia de excrementos de perro en sus aceras. Hoy está limpia del paso de cuzcos gracias a una campaña de limpieza urbana y de educación cívica, Esta mañana lloviznaba y había numerosas señoras en la calle (y unos cuantos señores) con sombrillas abiertas y perros de compañía. Es admirable el garbo de las españolas sacando sus perros a la calle y más aún su diligencia en limpiar los recuerdos de los canes y arrojarlos a los recipientes verdes que se han colocado al efecto en todas las esquinas, facilitando así el trabajo de los recogedores municipales de cacas de perros.
Es el espíritu de un pueblo inspirado por su jefe a no cejar en la lucha contra el terrorismo y a mejorar la limpieza ambiental. A diferencia del gran taumaturgo de Texas a quien lo del medio ambiente le importa cuatro perras.