La Reconstrucción de un País

Acabo de leer el informe completo de Human Rights Watch titulado “Aprenderás a no Llorar” sobre el tema de los niños combatientes en Colombia. Al final tuve sentimientos de vergüenza, de tristeza y de frustración. Vergüenza como Colombiano al ver los niveles de degradación a que han llegado el país y la sociedad, tristeza como ser humano por el sufrimiento de los miles de niños sometidos a la ignominia de sufrir y perpetrar actos no solo violentos sino de aberrante salvajismo y de crueldad inigualada y frustración ante la indeferencia e impotencia del país frente al problema.

Corren por las páginas del informe uno tras otro los testimonios de adolescentes víctimas o victimarios de asesinatos a sangre fría, ejecuciones sumarias, secuestros, tortura, mutilaciones de personas aun vivas, colocación de minas y cilindros bomba. Abuso sexual de niñas adolescentes por parte de los comandantes y abortos forzados, niños esperando que caven sus tumbas mientras aguardan su fusilamiento a manos de sus amigos más cercanos por el delito de haberse dormido mientras prestaban guardia. Forzados a beber sangre de sus víctimas para que aprendan no tenerle miedo a la muerte. Para matar toda sensibilidad y destruir todo el sentido del valor de una vida. Calcula el informe que hasta un veinticinco por ciento de los combatientes colombianos (excluyendo el ejército) son niños menores de 18 años.

Dice el informe que son once mil. Los comandantes dicen que la edad ideal de reclutamiento son los 13 años, pero reclutan desde 7 años en adelante. Van a las filas unos atraídos con promesas de dinero, otros por aventura, otros amenazados, otros para huir del abuso en sus hogares y algunos para darle un propósito a sus vida vacías. Muchos no conocieron a sus padres, no pudieron estudiar, son analfabetas totales o funcionales, criados por parientes o amigos. Todos atrapados en una vida sin esperanza y sin felicidad y en un torbellino de pobreza y abandono social que los empuja al servicio de la guerra. Van detrás de lo que el país les negó para que se lo den las bandas armadas, cualquier futuro para ellos es mejor que el espeso y oscuro presente que viven en una sociedad encallecida e indiferente al problema por tantos años.

A esto hay que sumarle más de un millón de niños desplazados por la violencia que hoy deambulan por el país engrosando las bandas de delincuentes urbanos y alimentando la prostitución infantil. Es así como estamos formando una niñez para la destrucción y no para la construcción, para la muerte y no para la vida. Estos son muchos de los colombianos del siglo XXI. Creíamos que ya habíamos tocado fondo, pero siempre aparecen nuevas formas de degradación social. Que clase de país le espera a la generación venidera? Cómo será la Colombia del siglo XXI construida sobre este fundamento? Y los culpables somos todos. Los comandantes por comisión y por aprovecharse de los inocentes necesitados y abandonados por el estado y la sociedad, por omisión e indiferencia,. La miopía, la corrupción y el egoísmo de nuestros dirigentes, el hedonismo de las clases medias y altas, la indiferencia social ante las carencias de los más pobres, el cáncer del narcotráfico y el dinero fácil asociado con el negocio, la tolerancia de la iglesia y la destrucción del tejido social nos llevaron a este punto.

Es por eso que hay que reconstruir el país desde la raíz. Uno por uno de los colombianos, empezando en las escuelas con los niños y en las familias, en los barrios y en la s veredas. Rehaciendo los valores y los principios de una sociedad igualitaria, donde haya oportunidades para todos, verdaderamente democrática, tolerante y respetuosa de la disensión y de la pluralidad ideológica y donde los conflictos se resuelvan por medios no violentos. Es una cruzada, no un proyecto más. Hay que organizarla utilizando todos los recursos disponibles nacional e internacionalmente. Una cruzada para reconstruir una sociedad que perdió el rumbo.

Un país se construye con buenos ciudadanos, no se construye un país sobre un fétido lodazal, se construye sobre una roca de granito. Se construye sobre principios rectores y sobre unos ciudadanos que los viven porque creen en ellos. De nada nos valen las obras y las instituciones si las fundaciones del país están podridas. Esta reconstrucción es pues la tarea primordial, es la condición necesaria. Lo demás vendrá después.

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