Che Guevara

Según información de El Tiempo, el 4 de julio pasado en Graz, Austria, Capital Europea de la Cultura este año, Camilo Guevara-March inauguró la exposición de 200 fotografías tomadas por su padre, Ernesto “Che” Guevara. Tribuna apropiada para un personaje multifacético.

Che Guevara fue médico, ministro de industrias de Cuba, experto en economía y presidente del banco central de una nación socialista, artista de la fotografía, idealista y fanático de su causa, capaz de arbitrariedades extremas, Comandante rebelde y revolucionario en un país que no fue el suyo, guerrillero en las montañas de otro aún más ajeno a su tierra natal, donde murió asesinado. Líder de descontentos y visionarios, en muerte se hizo icono de grupos de protesta contra la sociedad tradicional, de universitarios y profesores pioneros de cambio, de artistas de todos los estratos, de políticos aficionados, de los abanderados del pacifismo y los oponentes de la globalización.

Su mito ha sido perdurable. Más de tres décadas después de muerto, la imagen carismática de Che Guevara sigue presidiendo los refugios de los inconformes y los escritorios de los intelectuales en muchos lugares del mundo. Gente joven y no tan joven lleva su rostro en las camisetas que se han vuelto forma de lucir una manera propia de pensar. Es comprensible este liderazgo póstumo, porque su corta vida fue un ejercicio desenfrenado de lucha por el cambio. Pero más allá de su compromiso doctrinario hay que recordarlo también como estadista, otro rasgo sobresaliente de su compleja personalidad.

Los mandatarios de América Latina harían bien en colocar en lugar visible de sus despachos la efigie desafiante del Che, que en un discurso magistral explicó en agosto de 1961 las razones por las cuales el gobierno de Cuba se abstuvo de firmar la Carta de Punta del Este, el documento matriz del programa de cooperación en las Américas que se llamó Alianza para el Progreso. En medio del optimismo generado por ese ensayo de convivencia, pronosticó el destino del hemisferio si se persistía en orientarlo hacia estrategias de estricto capitalismo.

Hablando en la reunión del Consejo Económico y Social de la OEA, lejos de profesar amargura o exigir reparaciones, el jefe de la delegación cubana agradeció la deferencia con que los argumentos de su gobierno fueron recibidos en la reunión y destacó, con ilusorio optimismo, progresos alcanzados en especial el reconocimiento de que Estados estructurados como sistemas político-económicos antagónicos podrían convivir en América. Promesa equívoca que se vio frustrada por más de cuarenta años de aislamiento de Cuba transcurridos hasta ahora, por no contar otros casos como Chile y Grenada, en donde se prefirió barrer a los gobiernos que disentían de la doctrina dominante.

Entre varios temas que guardan todavía plena vigencia en las relaciones hemisféricas, habló de la política agrícola de las grandes potencias, que mientras subsidian la producción doméstica establecen barreras a las importaciones provenientes de los países en vías de desarrollo. Dijo que “Cuba criticó los subsidios y el “dumping” de productos primarios por parte de los países industrializados y señaló los riesgos que la acumulación de excedentes agrícolas o las reservas estratégicas de minerales pueden traer a los mercados de productos primarios.” O recordó que la integración económica de América Latina no es una panacea ni sirve como sustituto de reformas socio-económicas básicas; lo cual puede todavía ser motivo de reflexión para los misioneros del libre comercio que exceden su carácter económico y le atribuyen virtudes ecuménicas.

Pero la más seria admonición de Che Guevara se dirigió a quienes convierten los parámetros del capitalismo en guía de su accionar político y se encuentran ante la disyuntiva de satisfacer las exigencias de las masas o mantener una política exterior dependiente de los países del Norte y de los grandes conglomerados multinacionales. El descontento de las masas, advirtió, hará que se elijan gobiernos nuevos, con amplia participación popular, o que se llegue a un estado de guerra civil. Pronóstico que por desgracia no dista mucho de la realidad que se ha vivido en distintos países de América Latina. Lo cual demuestra que habría sido sabio oír a tiempo las advertencias de la historia y que tal vez no sea demasiado tarde para recogerlas.

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