El mundo que espera a los graduados

El 1 de junio el New York Times publicó apartes de algunos discursos pronunciados por personas de distinto renombre durante las ceremonias de graduación en varias universidades estadounidenses. La selección presenta un delicioso mosaico de satisfacción con las proezas de la potencia más grande del mundo, algunos rasgos de desencanto con el poderío estadounidense y uno que otro pensamiento sobre el resto de la humanidad, que no tiene la dicha de ser toda súbdita del señor Bush.

El arzobispo Tutú recordó que Estados Unidos había colaborado a la democratización de Sudáfrica no por la fuerza de las armas sino por el apoyo a la conciliación y a la solidaridad nacional. La reina Noor de Jordania afirmó que la fuerza de la globalización reside, no en el contagio global de la economía, sino en la comunicación de las personas. El vicepresidente Cheney de Estados Unidos (el señor que esconden en algún sitio seguro cuando hay peligro para el emperador Tejano) aupó la marcha de exterminio del terrorismo y el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, defendió la necesidad de un foro internacional donde las disputas puedan resolverse de manera pacífica y concertada. Hubo, en fin, alusiones a aquella inmensa parte de la humanidad que tiene la desgracia de no contar con un pasaporte expedido por las autoridades de Washington, las más destacadas e impactantes las de Susan Sontag. No hubo, sin embargo, propuesta alguna, concreta o vaga, para ayudar a los excluidos a superar su triste condición de parias

Ese día se reunían en Evian, Francia, los jefes de gobierno de las siete economías capitalistas .mayores y de Rusia, el llamado G-8. El presidente Chirac de Francia, anfitrión de la reunión, invitó a los presidentes de doce países en vías de desarrollo a participar en los debates de esa cumbre económica y once de ellos asistieron a la cita. Como se ha vuelto costumbre, el cónclave del señor Bush y los muchachos sirvió de ocasión para grandes manifestaciones de protesta, en esta ocasión en dos países fronterizos, Francia y Suiza. La gente que acudió a esa cita contra la globalización reiteró el rechazo a diversas políticas y circunstancias de la democracia capitalista, a la opresión de los países pobres y a la carga de la deuda externa. Lástima que un grupo de vándalos aprovechara como de costumbre la protesta para apedrear y saquear comercios, amenazar a personas inermes y desvirtuar el carácter pacifista y constructivo de la reivindicación de principios y políticas que llevó a los manifestantes a congregarse para enfrentar a los poderosos del mundo. El enfrentamiento callejero de un colectivo internacional de descontentos contra grupos de policías multinacionales dio lugar a que los métodos violentos y discutibles de unos y otros reclamaran la atención del público mundial con mayor fuerza que los planteamientos ideológicos en cuyo nombre se convocó la manifestación.

En esa reunión cercada por la animadversión de lo que es probable sea la mayoría del género humano, presente allí o confinada en sus patrias, donde por primera vez algunos líderes de países en desarrollo participaban en el diálogo mitológico de los ocho (mejor dicho uno más siete) conductores de las grandes economías y del mundo, se dio una ocurrencia que apenas surge de tiempo en tiempo: un país “tercermundista” propuso un proyecto concreto para redención de los hambrientos y castigo de los guerreros. El presidente Lula, de Brasil, repitió en Evian su llamado a crear un Fondo Mundial contra el Hambre financiado en parte por un impuesto al comercio de armas. Esta sería la respuesta concreta a la plaga principal que afecta a la humanidad, los niños, mujeres y hombres hambrientos al mismo tiempo que a la peor amenaza del hombre contra el hombre, la violencia armada. El presidente Chirac, como anfitrión y jefe de la reunión, dijo, según la prensa internacional, que la propuesta está en buen camino y será estudiada con atención. En buen romance, eso indica que no veremos un Fondo contra el hambre ni tasas al comercio armamentista.

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