Mirando una fotografía de Bush, Blair y Aznar en el periódico del día, el conserje del edificio donde vivo comentó ¡¡Vaya Cuadrilla!! Comentario expresivo, conciso y exacto. El emperador Tejano (que no Trajano) salió a la palestra de las Naciones Unidas resuelto a ir al combate, con resolución o sin ella, con apoyo o con repudio. Consiguió en el camino la complicidad de un Reino Unido y de otro Desunido a quienes se agregó otro monarca, Simeón de Bulgaria, hoy venido a primer ministro. Allí acabó el arrastre y cuando se quedó en cuatro de los quince votos del Consejo de Seguridad, mandó las Naciones Unidas al carajo y se puso a bombardear a Bagdad.
Treinta gobiernos, actuando casi siempre en contra de la voluntad de sus ciudadanos y representando una escasa minoría entre las naciones de la tierra, acudieron a la yunta del poderoso, algunos para no perder sus prebendas, otros para alistarse en la premiación futura, aquellos para agradecer favores como la guerra de los Contra que con tal dedicación y fanatismo condujeron Reagan y el Viejo Bush. Uno tras otro accedieron al deseo del departamento de estado y suscribieron el pacto de lealtad al mandamás.
Pero la calidad de los verdaderos conductores de pueblos, la marcha hacia delante con la frente en alto y el pensamiento limpio, no han desaparecido de la faz de la tierra. El presidente de Chile, cuyo país ocupa un escaño en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, presentó durante el debate sobre Irak una propuesta de ampliación del plazo a los inspectores de la ONU, que tuvo la virtud, a diferencia de otras relacionadas con la crisis, de ser rechazada sin trámite de juicio por los dos bandos opuestos de los países del Norte. La iniciativa abortada del presidente Lagos tuvo, sin embargo, una validez política de la mayor amplitud, al afirmar la independencia de un Estado soberano inmune a sobornos o a presiones. En este caso se justifica afirmar que más vale tarde que nunca. Aún más, vale perder con dignidad antes que ganar con trampa.
Chile arriesgó un precio muy alto en su jugada de seriedad diplomática, porque Washington tiene el arma para desquitarse en el tratado bilateral de libre comercio. También México mantuvo su postura autónoma sin ceder a los intereses de su vecino del norte, cuyas decisiones son tan vitales para la sociedad mexicana. No ha sido frecuente en la historia americana que los países del sur se opongan a los designios del país del norte y es un buen augurio que lo hayan hecho en esta ocasión. Pero otros países miembros del Consejo de Seguridad han sido también capaces de rechazar los incentivos y de no dejarse acogotar. Entre ellos Paquistán que sostiene en estos tiempos un frágil matrimonio de conveniencia con el gobierno de Bush. Cuando los monarcas de las Azores anunciaron que la diplomacia había terminado, el embajador paquistaní ante la Naciones Unidas afirmó, con entera razón, que la diplomacia nunca muere.
La dignidad tampoco muere donde acaban los pasillos de las Naciones Unidas y se cuela hasta por los vericuetos del gobierno de Londres. El ministro Robin Cook y dos personajes que ocupaban posiciones de segundo rango en el gabinete de Tony Blair renunciaron a sus cargos como cuestión de principios para no involucrarse en una guerra ilegal e injusta. En Estados Unidos el senador Robert Byrd, decano del cuerpo legislativo, impugnó en un discurso elocuente y directo los motivos y las acciones del presidente Bush.
Es verdad que la rectitud y la decencia han sido en general a través de la historia, virtudes minoritarias. Gracias a ellas, sin embargo, perduran los impulsos que conducen a la humanidad hacia su lugar de destino.