Paris,Texas

Cuando Francia, Bélgica y Alemania impidieron hace unos días que la OTAN empezara preparativos para apoyo bélico a Turquía, el ocupante de la Casa Blanca dijo que la postura francesa era miope y ponía en peligro la Alianza. Es posible que París hubiera actuado con cortedad de miras, lo cual ocurre también, con frecuencia inusitada, al presidente tejano. Lo que está fuera de tiesto es pontificar que el desacuerdo amenaza la Alianza Estados Unidos-Europa. Si así fuera, la tal alianza no sería más que una agrupación de subordinados.

Las exploraciones presidenciales por el campo virgen de las relaciones internacionales han estimulado algunas actitudes delirantes. Los líderes de la mayoría republicana en el congreso, según informó The Washington Post el 12 de febrero, han emprendido una grotesca campaña de desquite contra Francia y Alemania. Hasta ahora se les ha ocurrido que la mejor represalia contra Francia (que es, al parecer, el mayor culpable de irrespeto a Bush) es imponer trabas a la importación y venta de agua embotellada y de vino. En cuanto a Alemania, se la castigaría con el retiro de las tropas estadounidenses allí estacionadas para trasladarlas al alero de un aliado más sólido. Algunos senadores, por su parte, impulsaban una resolución de agradecimiento a los ocho gobiernos europeos que se sumaron a la política de Bush frente a Irak. Entre los patrocinadores del proyecto se encontraban el senador John McCain, que ha sido la eminencia de los republicanos en medio de la estulticia gobernante y uno de los candidatos a la presidencia por los demócratas, elefante disfrazado de burro (animales simbólicos de los dos principales partidos políticos) don Joseph Lieberman.

En la capital del mundo se habla y escribe mucho del fenómeno llamado por esas latitudes “antiamericanismo” y hasta se piensa un poco en él. Es una buena manera de quitar importancia a las críticas o a los argumentos contrarios, de opacar las diferencias obvias que existen entre París, Francia y Paris, Texas y de evitar la evidencia de otras causas de resentimiento hacia Estados Unidos en muchas partes del mundo. Es verdad, por ejemplo, que la riqueza de los estadounidenses y la forma como la despliegan despiertan en muchos ciudadanos de la tierra sentimientos de envidia o de antipatía. Quedan todavía por allí algunos rastros de grupos izquierdistas que denigran de la prosperidad de los gringos. Pero el mejor argumento en contra de la existencia de una presunta atmósfera antiamericana es la forma como personas procedentes de todas las naciones, estado económico, formación profesional, buscan y muchas veces logran sumarse a la diversa y heterogénea sociedad estadounidense.

El recelo y la prevención contra lo yanqui no se dirigen hacia el pueblo de Estados Unidos sino a sus gobiernos. Las actuales expresiones y reacciones negativas de la mayor parte de los ciudadanos del mundo se centran en el presidente George W. Bush: en sus ideas y sus acciones, en sus desafueros y en sus ambiciones y en la diplomacia que se practica, o mejor dicho no se practica, en Paris, Texas. El comandante en jefe del mundo libre, además de poco fino en su manera de expresarse, ha tomado la curiosa determinación de encargar asuntos diplomáticos a su secretario de defensa, don Donald Rumsfeld, tan poco ducho en buenas maneras como su jefe y tan insensible a la identidad de sus interlocutores como él. No contento con tener un general secretario de estado, ha inventado un canciller guerrero a quien ha encomendado misiones de desentendimiento en el campo internacional. Rumsfeld ha satisfecho con creces las expectativas de Bush, insultando a Alemania y Francia como naciones decrépitas, por ejemplo y agrupando a Alemania con Libia y Cuba como países que no contribuirán a la reconstrucción de Irak. Es más que probable que los exabruptos del jefe del Pentágono no hayan contribuido a disipar el mal llamado antiamericanismo, que es más bien “antibushismo”. Una señora amiga en Medellín solía decir, para caracterizar a alguien corto de inteligencia, que no sabía lo que va de burro a burra. En la situación internacional que vivimos, hay muchos que parecen no saber lo que va de París, Francia a Paris, Tejas.

Posdata

Si bien los calificativos izquierda y derecha han perdido su vieja nitidez, hay actitudes que los traen de nuevo a la palestra política, por ejemplo la postura del gobierno español ante la evidencia del clamor multitudinario por la paz y la exigencia de la oposición al presidente Aznar para que deje de secundar a Bush y empiece a representar a los españoles. Las líneas de defensa de Aznar y su gabinete, según las relata el 17 de febrero el periódico El Mundo de Madrid tipifican a la perfección la filosofía de derechas. En relación con la posibilidad de que las masivas demostraciones de paz que tuvieron lugar en toda España el 15 de febrero provocaran un cambio en el apoyo a la guerra contra Irak, el gobierno manifestó estar listo a mantener sus principios aunque le cueste muchos votos en las elecciones. Sobre la oposición, los voceros gubernamentales explicaron que es más fácil explotar y manipular los sentimientos populares que convencer al pueblo de la inminencia del peligro de Sadam Husein. Acerca de la situación en su conjunto, los ministros reiteraron que España busca la paz (al parecer mediante la guerra) El despliegue tipifica las posturas recalcitrantes de la derecha tradicional: “Nuestra verdad es absoluta. Quienes nos critican son no sólo ignorantes sino pícaros. Para convencerlos les vamos a contar una mentira fenomenal.”

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