Bogotá dinamitado-Quienes compartimos la indignación del presidente Álvaro Uribe Vélez por el crimen execrable del club El Nogal en la capital de Colombia, comprendemos su llamado a la comunidad internacional y en concreto a las Naciones Unidas, para que colaboren con su gobierno en la lucha contra la violencia, si bien la forma de solicitarlo es discutible. Nos preguntamos cómo ha ocurrido lo ocurrido, desde el alevoso asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 hasta la nación desintegrada de febrero de 2003. Cavilamos cómo se nos fue de las manos esta Colombia atormentada y a cuales extremos debemos llegar para recobrarla, para poder, parafraseando al poeta antioqueño, volver a andar por los caminos sin ángel de la guarda. Y nos parece, como al presidente, que los esfuerzos propios, que no han sido suficientes para evitar el desmoronamiento nacional, no serán tampoco capaces de rescatar el país.
Más allá de la ayuda internacional que Colombia obtenga en esta encrucijada, el sistema mundial tiene urgente necesidad de revaluar y reformar los medios de que dispone para promover la paz y la seguridad. Cuando se estableció la organización de las Naciones Unidas, los conflictos armados se daban de manera predominante entre naciones y los instrumentos de solución pacífica se atuvieron a esa realidad. Hoy, en cambio, la confrontación prevaleciente es de carácter interno y la comunidad internacional carece de guías para enfrentarla.
El exterminio de la población civil, bien sea a manos de células terroristas, de insurrectos armados o de los gobiernos, llama a la acción internacional porque constituye una violación de los derechos humanos cuyos efectos van más allá de las fronteras del país que lo sufre. Es indispensable que se definan los casos y condiciones en que se justifique intervenir en un conflicto doméstico, el procedimiento para materializar la intervención y los mecanismos aplicables. Un marco jurídico previo serviría para garantizar que los principios esenciales de derecho sean respetados aún en circunstancias tan novedosas como la injerencia externa legítima en materias de jurisdicción interna.
Dos Años de Gobierno-Los logros más destacados del grupo Bush en sus dos años de gobierno de Estados Unidos son, quizás, los siguientes:
- bullet En lo internacional, poner al mundo en pie de guerra.
- bullet Cambiar de aliados, dejando a Alemania y Francia por Yemen y Pakistán.
- bullet Meterle susto a Sadam Husein pero a Corea del Norte tratarla con guantes de seda.
- bullet Retirarse de tratados y convenciones para preservar el medio ambiente y la integridad jurídica global, pero liderar coaliciones bélicas.
- bullet En lo doméstico, acabar en muy corto tiempo con la pujanza de la economía más poderosa de la tierra.
- bullet Conseguir que cada vez que el presidente hable de cuestiones económicas baje la bolsa de Nueva York.
- bullet Alcanzar niveles récord de desempleo.
- bullet Fomentar la pena de muerte, uno de los trofeos del Fiscal General, don John Ashcroft.
- bullet Elogiar la diversidad y apoyar la discriminación.
- bullet Disminuir los impuestos a los ricos y aumentar las trabas para que los pobres accedan a programas sociales del gobierno.
A pesar de la barbarie de la guerra, del estado de incertidumbre colectivo con motivo del presunto ataque a Sadam Husein, la política social del grupo Bush se lleva el primer premio entre todas sus ejecutorias. Desde el principio se anunció que el gobierno debería retirarse de la atención a las necesidades de la población y poner ese asunto a cargo de instituciones basadas en la fe (“faith based institutions”) o sea, al parecer, organizaciones religiosas. Muchos pensamos que la propuesta es aviesa porque la misión principal del gobierno es atender las necesidades de los ciudadanos y las agrupaciones religiosas, aun cuando bienvenidas a colaborar en esa tarea, tienen más bien por objeto suministrar apoyo espiritual. Además, la idea de poner la fe al servicio del gobierno atenta contra la separación de la iglesia y el estado, un principio con el cual es probable que hasta el Papa esté de acuerdo.
Pero ese cuento fue sólo el primero, porque el segundo es un insulto a la inteligencia de la comunidad. Se decide que el crecimiento económico es la solución a la pobreza. Entonces, medidas que a juicio del gobierno estimulan la economía, tales como las rebajas de impuestos a los ricos y el recorte de programas improductivos (los orientados a mejorar las condiciones de vida de grupos de bajos ingresos) constituyen la mejor política social. Lástima que el argumento no resista escrutinio histórico. La democracia capitalista ha aumentado la riqueza de las naciones, a pesar de las crisis y las guerras, pero también ha multiplicado la pobreza en el mundo. La relación entre crecimiento y justicia no es directa, sino más bien contraria.
Sofismas de distracción como los patrocinados por el mal llamado conservatismo compasivo que el grupo Bush practica a mandíbula batiente no sirven para dar de comer al hambriento, ni de beber al sediento, ni de vestir al desnudo, sino tal vez para acallar la voz de la conciencia de quienes pretenden agarrar lo más que puedan de la torta a repartir, sin que les remuerda dejar a los demás sin nada.