En la Vieja Europa

España, tan conocida de autos, dizque hace parte de lo que el secretario de defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, ha dado en llamar la Nueva Europa, cuyos gobiernos apoyan el instinto pendenciero del primer ciudadano estadounidense. España también ostenta su presidente pro-occidental y cristiano, el peripatético señor don José María Aznar quien es uno del trece por ciento de los españoles que, según informa The Economist, el magazín del colectivo gerencial, está de acuerdo con la guerra contra Irak en forma incondicional.

El paladín castellano mantuvo un almuerzo de enganche con el jefe de la oposición José Luis Rodríguez Zapatero, secretario general del partido socialista obrero español (PSOE). Aznar recordó que en 1991 cuando la Guerra del Golfo su partido, entonces en la oposición, apoyó al gobierno socialista de Felipe González que respaldó la acción militar de Bush I contra Irak. En nombre de ese antecedente, pidió que los socialistas adhirieran a su política exterior. Zapatero, como cuenta la Biblia que hizo San Pedro, negó tres veces sumarse a la sumisión de Aznar, mostrando que en España queda mucho de la Vieja Europa, la que obedecía principios y perseguía ideales. El jefe socialista recordó que en 1991 Irak había invadido a Kuwait con lo cual violó el derecho internacional y dio pie para que en forma justificada se le repeliera, en contraste con la situación actual de agresión de Bush II y la actitud obsecuente de Aznar. Según la prensa española Zapatero, además de rechazar el yugo de Bush, llamó a sus compatriotas a movilizarse por la paz. Tres días después del almuerzo de marras, el PSOE e Izquierda Unida invitaron a un grupo destacado de actores y actrices activistas de la paz, para que asistieran desde la tribuna al debate sobre la crisis de Irak en el parlamento, en donde fueron obstaculizados para entrar y de donde se les desalojó por mostrar sus camisetas con lemas de oposición a la guerra y lanzar algunos gritos en contra del gobierno. El oferente del enganche se ha desquitado calificando a sus opositores de oportunistas.

Parece que en Estados Unidos hay grupos que participan de las virtudes (algunos las llaman defectos) de la Vieja Europa. Jimmy Carter, ex presidente y Premio Nobel de la Paz, quien goza de amplio respeto y prestigio, no está de acuerdo con la guerra de Bush contra Irak. Ha declarado que la evidencia no ha sido convincente para su país o para Europa y que aún si se probara que Sadam Husein dispone del arsenal que se le adjudica, no sería una amenaza grave para Estados Unidos o sus aliados. Carter recuerda además algo que no debería haberse olvidado jamás, que hay alternativas de acción mejores que la guerra.

Otro Premio Nobel de la Paz, el ex presidente de la República Sudafricana Nelson Mandela, al repudiar en términos tajantes la ofensiva del grupo Bush contra Irak, se refirió al mandatario estadounidense como un presidente sin visión de futuro, incapaz de pensar en forma apropiada. La opinión mundial no acompaña al comandante en jefe. La declaración de Carter, por ejemplo, hizo referencia a una encuesta de la edición europea de la revista Time, a la cual 84% respondieron que el país que constituye la mayor amenaza a la paz del mundo es Estados Unidos. Ni la opinión de muchos de sus compatriotas le es favorable. Un ejemplo anecdótico lo constituye la cancelación por la señora Bush de un simposio poético que había programado para la Casa Blanca, porque numerosos poetas invitados se dedicaron a escribir poemas de paz. La portavoz de la primera dama explicó que la señora Laura respeta las ideas de los demás, pero tiene sus propias opiniones.

Lo malo es que el que va a salir ganando es el bobo de la clase. El grupo Bush juega a dos bandas y por algún lado hará carambola. Si la solución se logra a través de acciones diplomáticas en el Consejo de Seguridad, se pretenderá que el ocupante de la Casa Blanca es un paladín de paz y aún el redentor de las Naciones Unidas. Si por el contrario una guerra abierta concluye, como es obvio, con la victoria militar de Estados Unidos, el presidente pasará a la historia, que por desgracia está escrita de guerra en guerra, como uno de los conquistares legendarios para quienes la fuerza de las armas fue instrumento de mucha mayor envergadura que la solidez de la inteligencia. Quizás se le conozca en el futuro como Jorge Sin Fronteras.

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