SOPLAN VIENTOS DE TEMPESTAD

El catálogo de calamidades del año 2003 es evidente: conflictos armados en todos los continentes, entre palestinos e israelíes, en las montañas y ciudades de Colombia, en Chechenia, en Irlanda, en los Balcanes, en Argelia, en Costa de Marfil, en Afganistán, en Nepal, en Papua-Nueva Guinea…guerra anunciada contra Irak; guerra contra las drogas y guerra contra el terrorismo; amenaza atómica en Corea del Norte, en India, en Pakistán; hambruna de once millones de etíopes; desempleo masivo en Argentina, en Estados Unidos; lucha de los pueblos contra los usurpadores democráticos de la democracia en Haití, en Venezuela; millones de inmigrantes derrotados en su patria y despreciados en el país de refugio, son parte de la lista de infortunios que se afrontan en el mundo.

El panorama internacional sufre también las secuelas nefastas del hambre bélica sobre la libertad y el espíritu de la gente.

Las más señaladas gestas de la historia tuvieron en común algún punto de referencia, dramático algunas veces, trivial otras, que aglutinaron a los pueblos en torno de los intereses de sus dirigentes. La Conquista española en América y las Cruzadas se soliviantaron para llevar la verdad de los poderosos a los incrédulos y a los infieles y de paso acumular oro en las cajas de los vencedores; durante los muchos siglos de boga de la monarquía, los matrimonios entre príncipes y princesas europeos forjaron alianzas que modificaron el perfil político de la tierra; en el siglo XX dos graves amenazas, el fascismo y el comunismo, alentaron la aparición de un concepto mítico, la “civilización occidental” y sirvieron de pararrayos para todas las diatribas y todas las alarmas. Derrotado el totalitarismo de derecha y disuelto el de izquierda, llegaron el terrorismo y las drogas como ejes de lanzamiento de una pretendida expedición redentora cuyas riendas ha tomado el grupo Bush.

La fallida lucha contra las drogas ha entrado en aparente receso. Todos los recursos se han centrado en combatir el terrorismo y parece haber amplio respaldo a las acciones legítimas encaminadas a prevenir nuevas tragedias causadas por quienes practican el terror.

No es aceptable, sin embargo, que el peligro terrorista sirva para disculpar y dar apariencia apócrifa de legitimidad a la destrucción de las libertades civiles. En Estados Unidos, cuyo gobierno se jacta de ser practicante y misionero de la democracia, las libertades y prerrogativas consagradas en la constitución están en tan inminente peligro, que según cuenta el diario The New York Times del 23 de diciembre pasado más de veinte ciudades han aprobado ordenanzas que reafirman el respaldo a los derechos fundamentales de los ciudadanos e instan al gobierno federal a no coartarlos con los instrumentos aprobados en varias leyes o inventados en numerosas órdenes ejecutivas. Más de otras sesenta municipalidades debaten medidas similares.

En la edición del 25 de diciembre del mismo periódico se informa que el FBI (el departamento federal de investigaciones) ha requerido de las universidades del país información de carácter personal sobre todos los estudiantes y profesores extranjeros, petición que carece de soporte legal y tiñe de suspicacia la presencia de ciudadanos foráneos en el sector académico. Esta solicitud adquiere connotaciones siniestras cuando se la pone en contexto con el tratamiento discriminatorio e ilegal que han sufrido algunos grupos, en especial de origen árabe.

La mayor flexibilidad otorgada a la CIA y la supresión del marco de defensas legales a los presuntos terroristas capturados o detenidos, la entrega de algunos prisioneros a países acusados por el departamento de estado de Estados Unidos de practicar la tortura, son otras expresiones de desprecio de la ley y falta de respeto al ser humano que han caracterizado en la historia a los gobiernos en guerra sin que la actual administración estadounidense sea la excepción.

Lo impactante del ejemplo del país más poderoso, que en el pasado fue capaz de popularizar la vida superficial de Hollywood y la publicidad pegajosa de Madison Avenue, tiende ahora a extender por la tierra la peregrina idea de que contra el enemigo cualquier cosa vale.

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