El Lamentable Estado del Mundo

“así como le han puesto todo el entusiasmo a la operación del Golfo Pérsico, una vez se resuelva el problema de Irak es muy importante que se piense en una movilización semejante en los mares internacionales, en el Pacífico, en el Atlántico, en los cielos internacionales para taponar todos los conductos de la delincuencia.” Álvaro Uribe Vélez, El Tiempo, 15 de enero de 2003.

Las declaraciones del presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez mientras visitaba Quito para asistir a la transmisión de mando, publicadas en la edición virtual de El Tiempo y en el Noticiero Última Hora de UNIVISIÓN el 15 de enero pasado fueron lamentables. Tanto por lo que revelan del pensamiento del mandatario colombiano, como por el puntillazo que pretenden dar a cualquier posibilidad de conciliación y tolerancia en el mundo actual.

Sin duda estamos todos en la olla para que un caudillo inteligente y honesto como el señor Uribe Vélez proclame a los cuatro vientos que la única manera de poner orden en la tierra es desplazar las huestes de Bush por un extremo y otro del planeta para exterminar los enemigos, sean estos tiranos como Sadam Husein o narcotraficantes y terroristas que infectan la nación colombiana. Ese monumental despliegue de fuerza bruta que serviría a lo sumo para mantener por unos meses una semblanza de orden iría a contrapelo de lo que enseña la historia: la violencia oficial nunca fue eficaz para sepultar la violencia criminal. Un ejemplo evidente fue la mayor victoria militar, conseguida en la Segunda Guerra Mundial, que sirvió para consolidar el imperio marxista de la Unión Soviética y embarcar la humanidad en una absurda confrontación ideológica que sigue teniendo expresión terrorista en países como Corea del Norte.

Álvaro Uribe Vélez es más que el mandatario de los colombianos, el emblema de la patria que para muchos de sus compatriotas parecía haber estado ausente por muchos años. La determinación con que persigue objetivos de seguridad, la franqueza en sus planteamientos y la rectitud en su obrar lo han llevado a grados de aceptación difíciles de alcanzar en una democracia latinoamericana. Ojalá que su celo no se convierta en odio, que es mal consejero, ni tome el respaldo de sus conciudadanos por monumento anticipado a su papel en la historia, porque puede ocurrirle lo que pasa a su colega del Norte, que se cree llamado a gobernar el mundo, armado hasta los dientes mientras obliga a los demás a desarmarse.

Las cualidades que han hecho del presidente Uribe un carismático conductor nacional y le han conferido respeto en el ámbito internacional, hacen más incoherente su extraña invitación a la comunidad global a vivir bajo la tutela de la bota yanqui. Tal vez fue la rabia de un hombre frustrado en la persecución de un ideal. Quizás la tentación de decir alguna cosa que enardezca al público o como dicen los franceses, pour épater la galerie. Pero en todo caso, el convite inaceptable de alguien que ha perdido su fe en la humanidad.

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