Navidad y Año Nuevo

En estos días he escrito tarjetas de navidad y año nuevo a amigos y parientes, gente de la mayor importancia que contribuye a construir el mundo o a preservar de destrucción lo ya construido, aunque no aparezca en los titulares de los periódicos ni en las pantallas de la televisión. Hubiera querido escribir también a ciertos personajes fulgurantes, que ocupan casi todo el espacio de los medios de publicidad y se dedican en general a complicarle la vida a la gente importante y discreta como mis parientes y amigos. No lo hice, pero aquí va la muestra de lo que hubiera deseado hacer.

Al presidente Bush

Que Jesús recién nacido le conserve, señor, esa popularidad tan macha que lo ha convertido en el presidente más querido de la historia estadounidense, aún cuando no el que más votos obtuvo. ¿No cree usted señor Bush, que su candidatura al reinado de simpatía sería más constructiva si se dedicara a participar en la ingente tarea de establecer las bases jurídicas de convivencia de los pueblos del mundo en lugar de malgastar el tiempo en destruir los tratados y acuerdos internacionales fruto de prolongados esfuerzos de transacción y solidaridad que usted mina como si fueran basura? ¿No le parece que el juicio de la posteridad le será más propicio si busca la manera de hacer la paz entre israelíes y palestinos en lugar de organizar expediciones militares y mal leer discursos explosivos que mantienen el planeta al borde de la guerra? ¿No se le ha ocurrido que su política doméstica sería sin duda más efectiva si en lugar de inventar esquemas para demostrar que los pobres deben pagar mayores impuestos pensara con más interés en los de abajo y se desligara un poco de los de arriba, si renunciara a la plutocracia y se diera al buen gobierno? ¿Ha considerado acaso, presidente, que la política exterior del país puede estar estructurada sobre factores distintos del petróleo? Deseo, señor Bush, que ese cerebro escondido debajo de su ancho sombrero tejano se empiece a usar en el 2003 para bien suyo, de sus compatriotas y de sus prójimos del mundo.

Al ex teniente coronel Hugo Chávez, que gobierna en Venezuela

Si Bolívar resucitara en esta navidad, señor Chávez y encontrara su espectáculo de imitación del héroe, se volvería a la carrera a su tumba, como la otra vez cuando dijo que si su muerte contribuía a que cesaran los partidos y se consolidara la unión, él bajaría tranquilo al sepulcro. El único medio parecido entre usted y Bolívar es que ambos proclamaron constituciones autocráticas, dirigidas a mantener a sus autores en el poder. Pero de resto, hombre por Dios, ni usted tiene vocación de Libertador, ni rasgo alguno de genio, ni su respeto por la libertad, ni su capacidad de grandeza. Usted alega con razón que la constitución de Venezuela no admite elecciones anticipadas pero bien sabe, ciudadano presidente, que ningún precepto jurídico, ético o político impide su renuncia anticipada. Que la Virgen lo ilumine, ex teniente coronel, para que admita que la única salida al golpe de opinión de su pueblo en contra suya es seguir el camino de sus ex colegas Pinochet y Fujimori e irse con sus bártulos a otra parte.

Y a propósito, al ciudadano japonés Alberto Fujimori que quiere volver a ser presidente del Perú

En muchos lugares del mundo, como usted lo sabe porque no siempre ha vivido en Japón, celebramos ahora la época de Navidad y Año Nuevo. Tiempo en el cual se suele recordar personas y acontecimientos que labraron en años pasados la realidad actual. Usted, ingeniero, tiene la triste fortuna de haber inventado los golpes de estado dirigidos desde el palacio presidencial, que reemplazaron los cuartelazos en América Latina pero nos dejaron en las mismas. Los latinoamericanos recordamos su testarudez de pacificador sin escrúpulos legales o morales, su amor desmedido por la democracia inclusive por las elecciones fraudulentas que perpetuaran su presencia en el poder, sus amistades dudosas con consejeros corruptos. Y pedimos a San José, cuya paciencia proverbial lo haría buen patrono de ex presidentes, que lo cure de ese complejo napoleónico que usted, ingeniero nipón, comparte con Bush y con Chávez y lo deje llorar en Oriente lo que no supo defender en Occidente.

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