Contracorrientes de política internacional

El grupo Bush está alarmado ante la perspectiva de una presidencia de Lula en Brasil. A la Casa Blanca le preocupa, según la prensa, su oposición al papel de Estados Unidos en la guerra contra las drogas en Colombia, su amistad con Fidel Castro y sobre todo su creencia de que la propuesta área de libre comercio de las Américas aumentará la dependencia de América Latina. Verdad de Perogrullo, que para muchos no es argumento para oponerse al libre comercio hemisférico pero que pocos niegan. Algunos parlamentarios al parecer encabezados por el congresista Burton, están alarmados porque Lula no quiere participar en iniciativas contra la proliferación nuclear en los países en desarrollo, alegando que mientras el mundo industrial no renuncie a sus armas atómicas, conducirían a creciente vulnerabilidad de naciones como Brasil. El argumento de Lula es tan irrefutable como legítima la preocupación de los legisladores estadounidenses.

A otros nos inquieta la posible presidencia de Lula por motivos bien diferentes. Hay la posibilidad de un gobierno populista inefectivo, a lo Alejandro Toledo en el Perú. Es natural temer que el idealismo del dirigente brasilero no esté acompañado por la habilidad administrativa suficiente para las reformas necesarias. Eso ocurrió hace menos de medio siglo al otro socialista electo presidente en una democracia latinoamericana, Salvador Allende. La reacción irracional de los mercados puede entrabar su gobierno. Pero el mayor riesgo es que bajo la dinastía Bush en Washington se repita con Lula lo que el clan Nixon hizo con Allende.

Lo del Canciller de Alemania es otro episodio revelador. Una vez reelecto, Schröder para quien mantener relaciones normales con Bush es prioritario, trató de suavizar las heridas abiertas por sus ataques a la proyectada guerra con Irak, que habían inspirado a la doctora Condoleezza Rice y al jefe del Pentágono a declarar que el canciller había envenenado la relación. En medio de los recados de acercamiento surge el señor Richard Perle, miembro destacado del partido republicano y consejero del Pentágono y aconseja que la fórmula mejor para restablecer las buenas relaciones es la renuncia del jefe del gobierno alemán. ¿Se habrá visto arrogancia más tenaz, ignorancia más crasa y falta de respeto mayor al orden internacional?

El presidente Hipólito Mejía de la República Dominicana anunció que daría acogida al ex presidente Arnoldo Alemán, de Nicaragua, acusado de latrocinio en gran escala, por haber sido colegas presidentes y por la admiración y el respeto que Mejía siente por todos los presidentes. Ojalá en otros asuntos de gobierno tenga criterios más depurados y juicios más respetables.

La revista inglesa The Economist, evangelio de la elite gerencial de nuestros días, tratando de legitimar lo ilegitimo sugiere que la doctrina del ataque preventivo no es nueva ni amenazante porque ya fue practicada. Para respaldar el argumento, menciona entre otros sucesos la invasión de Grenada por Estados Unidos en 1983, sin duda audaz golpe anticipado del viejo presidente y conocido actor Ronald Reagan para salvar al mundo de la amenaza de una nación con menos de 100.000 habitantes, de extensión equivalente al doble de la ciudad de Washington, cuyo primer ministro recién asesinado, Maurice Bishop, había sido marxista y tenía vínculos evidentes de amistad con Fidel Castro. La toma de Grenada en el Caribe, de repente comparable con la conquista de Granada por los reyes católicos en el sur de España varios siglos antes, se convierte en símbolo de prevención legítima de las confabulaciones contra la democracia y la libre empresa. ¿Nos tragamos esa?

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