LA INTERPRETACIÓN AMAÑADA DE LAS COSAS

Se dice mentira diplomática de la violación de la verdad en segundo grado. La expresión se origina, sin duda, en lo mucho que mienten o disimulan los diplomáticos.

El general Colin Powell, secretario de estado de Estados Unidos es ducho en el arte de aderezar la realidad. Por ejemplo, en una entrevista del 6 de septiembre –publicada en parte por el NYT el 8 de ese mes– dijo que es injusto acusar al gobierno del segundo Bush de unilateral, cuando ha mantenido un respeto enorme por sus aliados, concurriendo a numerosas reuniones de OTAN y de la Unión Europea. Explicó que lo que se ha considerado aislamiento de Estados Unidos frente al resto del mundo en temas como el medio ambiente y la justicia internacional, es sólo resguardo de los intereses estadounidenses ante la imposibilidad de convencer a las demás naciones de compartirlos. Destacó el mejoramiento de las relaciones con Rusia y China omitiendo mencionar que un posible efecto secundario de la diplomacia que él preside ha sido la mejoría en las relaciones de Rusia con China.

La ministra de relaciones exteriores de Colombia, Carolina Barco, es rápida aprendiz de canciller. Cuando su primera crisis se le ocurrió la peregrina idea de proponer una respuesta regional a la exigencia unilateral de Washington de inmunidad para sus nacionales. Aquello, desde luego, no era procedente ni en la más elemental escuela diplomática. Se dedicó entonces a la investigación jurídica, disciplina en la cual invierten buena parte de su tiempo los grandes embajadores y descubrió leyes y pactos olvidados que desde 1962 aseguran la inmunidad de los operarios estadounidenses en Colombia, quienes deberán responder ante la justicia de su país de origen. Encontró, además, que el Plan Colombia se enmarca dentro del convenio de 1962. Veremos cuál sea la reacción de Washington cuando la canciller colombiana explique a los gringos que están pidiendo lo que ya tienen, si lo que piden es distinto de lo que tienen.

Los lazos de solidaridad entre Bogotá y Washington son cada vez más estrechos y amplios. A veces, Foggy Bottom parece una réplica de San Carlos, en especial cuando se trata de alguna de las guerras que absorben la atención del mundo. La emisaria de Bush en Colombia, embajadora Anne Patterson se apresuró a endosar las medidas de excepción promulgadas por el presidente Álvaro Uribe Vélez en su guerra contra el terrorismo. La guerra contra las drogas es otro sitio de encuentro. El Departamento de Estado de Estados Unidos y el Gobierno de Colombia coinciden en afirmar que la fumigación aérea de los cultivos de coca no representa riesgo alguno para el medio ambiente o la salud humana. El documento que les permite repetir tamaña afirmación es un informe, solicitado por el congreso de Estados Unidos, que sin embargo dice que las materias químicas suministradas por ese país para fumigación aérea en Colombia son de alta toxicidad ocular (The Washington Post, 6 de septiembre de 2002) Pero ¿qué importan al departamento de estado o al gobierno de Colombia los ojos de los campesinos colombianos? El nuevo informe corrobora la actitud terca de quienes niegan que el éxodo de labriegos enfermos por los efectos de la fumigación, o la destrucción de cultivos legítimos y de animales domésticos tengan asidero en la realidad. Como informó El Tiempo de Bogotá el 6 de septiembre, el departamento de estado afirmó que los programas de fumigación de coca y amapola que se adelantan en Colombia se ajustan a los estándares exigidos en Estados Unidos para esos procedimientos y por eso se seguirá adelante con ellos.

Se habla mucho de la búsqueda de la paz, pero lo que en realidad fascina a la humanidad es el azaroso juego de la guerra. La pura guerra en su sentido estricto, ha consagrado a los grandes personajes de la historia. Nuestras generaciones están cautivadas por otra clase de campañas, desde la guerra contra la pobreza que estuvo de moda en los tiempos de la presidencia del papá de la canciller de Colombia, hasta la increíble guerra contra las libertades civiles en Estados Unidos a la que se refiere The New York Times del 10 de septiembre en su página editorial. Guerras todas vinculadas: por tratar de erradicar las drogas y de dar al traste con el terrorismo, podríamos arrasar las libertades civiles y dar rienda suelta a la pobreza. Hartos de tanta pólvora, lancemos un pacto civil contra las guerras.

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